RAÍCES Y ANTENAS
¿G77 + Brasil o + China?
¿G77 + Brasil o + China?
Gonzalo Chavez A..- En Bolivia, pocas veces se puede hablar de las relaciones internacionales; el G77 + China, más allá de los alcances de su declaración, es un buen pretexto para dejar de mirarnos el ombligo y ver tanto el escenario mundial como el espacio geopolítico que mejor se sintonice con los intereses nacionales. Comencemos por el vecindario. En América Latina se registran dos tendencias claramente identificables, a saber: la relativa pérdida de influencia de Estados Unidos en la región y la emergencia del Brasil como centro de poder tanto en el plano regional como global.
La disminución de la presencia norteamericana en América Latina ha permitido que China, India y otros países adquieran mayor presencia comercial y económica. En el campo diplomático y político, países de la Unión Europea y, con más dinamismo, Rusia, han profundizado sus lazos económicos y diplomáticos. América Latina y en especial Bolivia vienen apostando a las relaciones Sur–Sur y a una mayor integración económica y política con resultados aún precarios e inciertos. De hecho, el comercio intrarregional ha aumentado, en especial con países como Brasil. En este contexto, para la política exterior boliviana, es relevante el G77 + China, pero también + Brasil.
Una característica importante del proceso de globalización actual es la emergencia de Brasil como potencia regional con pretensiones de proyección mundial. Como es conocido, el sistema internacional está en recomposición y es una mezcla entre grandes potencias que enfrentan cambios tanto económicos como estratégicos y estructuras regionales que abrigan nuevos actores como los BRICS, uno de ellos es Brasil, cuya fuente de acción primaria es la región Sudamericana. Al contrario de China, Rusia e India, la potencia de América del Sur tiene un grado de interconexión económica, cultural y política mayor con su región. Asimismo, Brasil ofrece algunos bienes colectivos como la relativa estabilidad y seguridad en el continente, aunque ha avanzado poco en construir instituciones de integración política y comercial efectivas. Los intentos más recientes en esta dirección son MERCOSUR y UNASUR, que no terminan de consolidarse.
Un viejo dilema de la política externa brasileña es buscar estrategias de proyección mundial apoyándose en una mayor integración regional u optar por un camino individual basado en su peso geográfico y económico, estableciendo relaciones privilegiadas con Estados Unidos, Europa y Asia. Hasta el gobierno del presidente Fernando Enrique Cardoso prevaleció el bilateralismo con el primer mundo y, posteriormente, se siguió un camino que establece que Brasil es un país en desarrollo que pretende construir espacios económicos y diplomáticos basados en el multilateralismo con los países del sur en general y con las naciones de Sudamérica en particular.
La proyección global brasileña no se basa en una contraposición con el poder estadounidense (hard balancing power) y sí en un soft balancing (balance suave) que utiliza estrategias diplomáticas no basadas en la fuerza para “retardar, frustrar y perjudicar las políticas unilaterales de la superpotencia” (Robert Pape). El soft balancing incluye la formación de instituciones y acciones diplomáticas y económicas de alcance limitadas, pero efectivas como el BRIC, G21, G77. De manera más específica, según T.V. Paul, el soft balancing incluye las siguientes condiciones que se aplican adecuadamente a Brasil. 1) Una posición de potencia emergente con potencial de convertirse en hegemónica. 2) Un Estado dominante con capacidad de ofrecer bienes públicos internacionales en las esferas de economía y seguridad. 3) Un estado dominante sin cuestionamiento militar evidente.
Las acciones de Brasil con los BRICS o en el G77 son ejemplos de balance suave que en diversas instituciones internacionales han resistido las iniciativas de Estados Unidos de promover normas para el uso de fuerza, incluyendo guerras preventivas, soberanía condicional o el derecho a usar fuerza para impulsar cambios de regímenes políticos. En suma, estas instancias internacionales crean nuevas espacios para coaliciones Sur-Sur volcadas a defender intereses comunes.
Brasil busca impulsarse como polo de poder mundial a través de la consolidación de su liderazgo en la región Sudamericana. Entre tanto, esta política exterior no está exenta de problemas. Por una parte, varios países de la región cuestionan y resisten el liderazgo brasileño, en especial Argentina, que aún cree que al ser otro polo de poder, debe jugar un papel de balance en el continente. Por otro lado, está la falta de efectividad institucional de la política externa del Brasil y el escaso impulso financiero que se da a los procesos de integración regional. MERCOSUR funciona con muchas dificultades y UNASUR se desarrolla en un ambiente de rivalidad ideológica. Más aún, en ciertas acciones que Brasil tomó para proyectar su liderazgo mundial, como tener una silla en el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas, no tuvo el apoyo de varios países sudamericanos. En estas circunstancias, Bolivia debe pensar en un G77 doble identidad, Brasil y China.
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