Paralelo en educación
Paralelo en educación
Mario Mamani Morales.- A manera que el tiempo avanza, las sociedades cambian y surgen nuevos problemas que exigen soluciones, la convivencia entre los seres humanos se hace cada vez más difícil, no hay planificación social que dure y atienda las exigencias cada vez más inesperadas.
Por ejemplo, la inseguridad ciudadana es una amenaza no sólo por la innovación y trabajo sofisticado que sorprende cada vez y es practicado por quienes buscan la vida más fácil a costa de la desgracia e inclusive la vida ajena del prójimo.
La trata y tráfico de las personas no es nueva en la historia de la humanidad: antes se practicó de manera masiva, millones de personas fueron sacadas de su hábitat para ser llevadas a muchas partes del mundo para luego ser sometidas a la esclavitud y las humillaciones más crueles, sino recordemos a los africanos que sobrevivían en las duenderas de la Casa de Moneda de Potosí o la subasta de ellos, hombres y mujeres, en las plazas de Sucre.
Este ilícito ahora tiene connotaciones diferentes: además de la explotación sexual abre el mercado de órganos; se conoce que en urbes del mundo transitan furgonetas con todo un equipo médico sofisticado y en minutos se extirpan órganos de gente indigente o tomada a la fuerza, especialmente de personas jóvenes que nunca más vuelven a sus familias.
La violencia escolar es otro problema que se presenta de manera ascendente como producto de las condiciones de desempleo, hacinamiento, desnutrición y el deterioro de la familia, la desigualdad y pobreza que generan un ambiente de conductas agresivas y violentas; pero también está el otro extremo en que se tiene de todo y se buscan otras formas de diversión a costa de hacer daño a la gente.
Junto con el avance de las nuevas tecnologías de información y comunicación, (NTICs), cada vez más sofisticadas y al alcance de no pocos están las redes sociales, incontrolables, desconocidas para una cantidad de padres de familia que antes ofrecían la “tele” para entretener a los hijos y ahora son ellos que nos desconciertan con la digitación en aparatos manuales. Basta que muevan un dedo para que cambien al instante para encararnos que “nada malo” hacen.
Se prevé que la ciencia y la tecnología avanzarán mucho más; su desarrollo no tendrá límite; los cristianos leen en la Biblia que será la destrucción de la humanidad, otros consideran que será la felicidad de la gente y alientan su uso y su progreso.
Mientras tanto, nuestro sistema educativo, con un enfoque sociocomunitario y productivo, parece transitar ajeno a estos grandes problemas actuales de la sociedad. El Gobierno hace esfuerzos por llevar adelante, hasta con la imposición, su nueva política educativa; al frente tiene a los padres de familia que viven en sus hogares otro tipo de problemas a los que la educación no les ofrece solución; entonces la educación se convierte sólo en política de gobierno antes que en una verdadera Política de Estado.
El nuevo currículo está orientado a buscar soluciones de problemas de la comunidad, el rescate de valores y prácticas ancestrales que fueron dejados de lado y hoy se hace hincapié en la descolonización, mientras otros factores son los que socavan los cimientos de la familia, la comunidad, la sociedad en su conjunto y la escuela no atiende estos problemas.
¿Habrá proyectos educativos que busquen atacar el bullying? ¿Qué hacer para contrarrestar la inseguridad en el barrio donde está la escuela? ¿Cómo hacer educación para manejar las redes sociales? ¿No nos sentimos impotentes frente a la desaparición de nuestros hijos que nunca más vuelven de la escuela? ¿Estamos desarrollando en comunidad o cada vez más somos individuos aislados en una selva de desconocidos? ¿Ser productivo es comenzar a vender mercadería extrajera? ¿Habrá mercado para vender o consumir lo que produzca la escuela? ¿No será que el papel aguanta todo?
Lo evidente es que en el mundo real se viven procesos de transición y rupturas sociales y se manejan conceptos del capitalismo cognitivo, la cibercultura, la autonomía de lo social, los principios de la isegoría (entendida como el derecho ciudadano en participar en las decisiones), vivimos la era de las multitudes inteligentes. ¿Nuestra escuela transita por esta vía?
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