LIBERTARIA
El infierno verde
El infierno verde
Luis Christian Rivas Salazar.- Mientras escribo esta nota, me deleito escuchando: “Infierno verde”, “Boquerón”, “Destacamento 111” y otras canciones, de la obra de Jenny Cárdenas Villanueva: “Música boliviana de la Guerra del Chaco y de la Revolución de 1952”; evoco en mis pensamientos a mi abuelo, Amadeo Rivas Arze, tarateño descendiente del guerrillero Esteban Arze, y las historias que me contaba cuando era un niño.
Él era un soldado que durante la guerra fue herido en el hombro por una bala perdida mientras manejaba un camión Ford AA de 1932, transportando agua y alimentos para sus compañeros de batalla. Elementos vitales en ese paraje descrito como un infierno, líquido racionalizado para la tropa, pocos litros de agua para esos soldados cada vez más sedientos, enfermos y moribundos. Me imagino transitar por esos caminos que no son caminos, unos senderos agrestes entre nubes de polvo en invierno y lodo en verano, camiones que van y vienen, y si ocurre un desperfecto, sea vieja o nueva la movilidad, muere ahí mismo, porque no hay talleres mecánicos ni siquiera en la retaguardia, máquina que se para es máquina que se pierde… Después de recuperarse de la herida, Rivas regresó al volante.
La voz de Jenny Cárdenas, melodiosa, fuerte y clara, hubiera sido del gusto de mi abuelo, quien al escuchar estas cuecas y bailecitos, desenfundaba raudamente su pañuelo blanco, listo para el encuentro gallardo y seductor.
Por otro lado, como sostiene Alcides Arguedas en su “Carta al señor Presidente de la República Cnl. Busch”, publicada por El Diario el 4 de agosto de 1938; también mi ascendiente, pensaba que injustamente se habían enaltecido algunos héroes de la Guerra del Chaco, hombres que nunca habían estado al frente, héroes de retaguardia, impostores que desde sus máquinas de escribir para informes, luego, ostentaban títulos y rangos otorgados por sus compadres, pasaban como valientes. Este reproche de Arguedas a Busch, por entregar cargos de la administración pública técnica especializada a excombatientes sin educación alguna, solo por el hecho de ser excombatientes, de paso de escritorio, luego le valió una brutal agresión de aquel energúmeno joven pugilista gobernante sobre la humanidad del anciano filósofo.
Así es el poder, otorga y reparte cargos por mero capricho político, nombra héroes, entrega premios y distinciones a personas sin mérito alguno. Por ejemplo, hoy en día no se necesitan muchos méritos para la administración pública, poco o nada importa la igualdad de todos ante la ley; basta ser dirigente sindical, indígena o mujer, para tener una cuota por el hecho solamente de serlo, opera el privilegio y la discriminación positiva.
El diario Hoy de Santiago de Chile describió la Guerra del Chaco de la siguiente forma: “Contemplamos la guerra más sangrienta, estéril y absurda que se haya librado en América… Mientras los ciudadanos de los pueblos, vilmente engañados por gobiernos que explotan sus más nobles sentimientos, mueren y se arruinan, los únicos beneficiados de ésta, como en toda guerra serán algunos políticos, algunos militares, los proveedores de los ejércitos, los gusanos del campo de batalla y la prensa mercenaria que defiende la política de uno u otro gobierno y la Intangibilidad del Derecho de Rapiña…” (Citado por Alcides Arguedas en “La danza de las sombras II”).
Un 12 de junio de 1935 cesaron las hostilidades entre Bolivia y Paraguay en aquel Infierno Verde. Hoy, pocos recuerdan estos acontecimientos. En palabras de Alberto Ruiz Lavadenz: “Si aún queda, llanto en tus ojos/ Para llorar mi partida/ No llores mientras la vida/ Le da un minuto al amor/ Ese minuto de vida/ A la orilla de la muerte/ Tiene el encanto de verte/ Resignada ante el dolor/ Llorarás cuando mañana/ Ya de ti nadie se acuerde/ Porque del Infierno Verde/ Solo Dios Se acordará…”
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