Sábado, 21 de junio de 2014
 

EDITORIAL

Feriados y creencias religiosas

Feriados y creencias religiosas



Más allá de la supuesta laicidad del Estado, la consolidación de los feriados religiosos es un tácito reconocimiento del mestizaje cultural

Dos feriados en una misma semana no es algo que se produzca con mucha frecuencia. Menos aún si ambos son feriados de origen o con connotaciones religiosas y nada menos que en un país que, con toda pomposidad, se ha identificado en su Constitución Política como un Estado Laico.
Si los mandatos constitucionales fueran en nuestro país tomados en serio, ninguno de los dos feriados de esta semana tendría razón de ser, pues la distinción entre el calendario litúrgico y el civil es uno de los más elementales rasgos que se espera de un Estado laico. Y eso vale tanto para la religión católica, como para cualquier otra creencia o teogonía, por muy autóctona que pretenda ser.
En un Estado laico las creencias religiosas no se mezclan con la vida civil y no hay atenuante que valga. Si no es eso lo que se desea, siempre está abierta la posibilidad de prescindir del laicismo a la hora de configurar el tipo de Estado que se pretende construir. Lo que no se puede hacer, sin incurrir en una impostura, es dar rango constitucional al laicismo y al mismo tiempo no sólo mantener los feriados religiosos, como el reciente de Corpus Christi, sino además agregar otros, como el que se celebra hoy, dedicado a devociones andinas supuestamente tan dignas de veneración como las provenientes de la tradición católica.
En el caso del Corpus Christi, se puede justificar la conservación del tradicional feriado en aras del respeto a las creencias de gran parte de la población católica boliviana haciendo un esfuerzo para relativizar el dogmatismo doctrinal. Si de eso se trata, bien harían las autoridades gubernamentales en armonizar su tan flexible práctica con una prédica que suele ser excesivamente adversa contra toda herencia colonial.
Si la tradición histórica puede servir para justificar la preservación del carácter festivo de Corpus Christi, el argumento resulta excesivamente forzado si se lo pretende aplicar para el feriado de hoy, pues no hay ningún antecedente histórico ni cultural que respalde el carácter ancestral que se le pretende dar al “Año Nuevo Aymara”.
Es verdad que el solsticio de invierno siempre fue y sigue siendo una fecha importante en el calendario de los pueblos agrícolas, entre ellos el aymara. El reconocimiento del solsticio como una fecha especial del calendario es un elemento compartido por todos los pueblos de la Tierra que han alcanzado un nivel mínimo de conocimiento astronómico, por lo que atribuirle al pueblo aymara alguna originalidad al respecto es no sólo falso sino, incluso, una falta de respeto a las muchas prácticas culturales que sí son, y sin necesidad de imposturas, merecedoras de toda consideración.
De cualquier modo, y ahora que los feriados religiosos –los antiguos y los nuevos– se han consolidado en el calendario festivo nacional, sólo queda esperar que los elementos culturales que les dieron origen sirvan para seguir consolidando una identidad colectiva que hunda sus raíces tanto en la tradición colonial como en la precolombina, con sus respectivas religiosidades y símbolos.