El director técnico del seleccionado de Estados Unidos, Jurgen Klinsmann, durante el partido ante Portugal.
MUNDIAL Joachim Low fue anteriormente el colaborador de Jurgen Klinsmann cuando éste dirigía al seleccionado teutón
El “fantasma” de Gijón
El “fantasma” de Gijón
Berlín/ EFE
Las selecciones de Estados Unidos y Alemania llegan a su último partido de la fase de grupos en una situación, a ambos equipos les basta un empate para pasar a octavos, que recuerda uno de los momentos más negros de la historia del fútbol que se recuerda como la vergüenza de Gijón.
La situación de ahora se parece a la de entonces en la medida en que hay un resultado que favorece a los dos equipos lo que ya días antes del partido da pie para todo tipo de conjeturas.
Los hechos que se conocen como la vergüenza de Gijón ocurrieron durante el Mundial de España, el 25 de junio de 1982 en el último partido de la fase de grupos que enfrentaba a Alemania y Austria.
Alemania, que había perdido contra Argelia, necesitaba ganar para pasar a la siguiente ronda. A Austria le bastaba el empate y podía permitirse incluso una derrota por dos goles o menos, un resultado que clasificaba a los dos equipos y dejaba a los argelinos en la cuneta por la diferencia de goles.
El partido empezó con gran agresividad de parte de Alemania que se fue en ventaja en el minuto 11 por intermedio de Horst Hrubesch.
A partir de ese momento, los equipos perdieron todo interés por la ofensiva y se dedicaron a mover el balón de forma inocua en el centro del campo.
El comentarista de la televisión austríaca, Robert Seeger, se declaró avergonzando durante la retransmisión del partido e invitó a los televidentes a que apagasen sus televisores.
El comentarista de la Primera Cadena de la Televisión Alemana (ARD), Eberhard Stanjek, calificó el partido de vergonzoso y en las tribunas aficionados argelinos enseñaban indignados manojos de billetes para indicar que el partido estaba siendo manipulado.
El partido suele ser recordado periódicamente y los protagonistas de entonces dieron diversas versiones, y diversas explicaciones de lo ocurrido.
El morbo aumenta ahora si se piensa en la relación personal que hay entre los dos seleccionadores, Jürgen Klinsmann y Joachim Löw. Löw sucedió a Klinsmann al frente de la selección alemana después del Mundial de 2006 y antes había sido su asistente, Klinsmann lo había elegido porque aseguraba poder confiar en él ciegamente.
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