EDITORIAL
La Amazonía después de las inundaciones
La Amazonía después de las inundaciones
Ahora, cuando las lluvias han dado una breve tregua y antes de que éstas se reanuden, bueno sería no olvidar que el tema está todavía pendiente
Algo más de tres meses han transcurrido desde que las inundaciones en la Amazonía boliviana, brasileña y peruana alcanzaran niveles que superaron todos los registros históricos, y el tema, que en su momento fue uno de los que más atención recibió de los medios de comunicación, ha quedado relegado al olvido. Hasta la próxima época de lluvias, seguramente, pues es bien sabido que la tendencia apunta hacia un constante agravamiento del problema más allá de las normales variaciones anuales.
En lo que a nuestro país corresponde, el tema ha sido ya del todo olvidado excepto por alguna secuela que puede haber dejado huella en temas de interés más inmediato, como el efecto de las pérdidas ganaderas en el precio de la carne y la canasta familiar. Algo se informa sobre las consecuencias indirectas de las pérdidas causadas por las inundaciones, pero la situación de las miles de familias campesinas e indígenas cuyas vidas han sido muy seriamente afectadas ya no es tema de interés colectivo.
La facilidad con que el tema desapareció de la agenda pública se explica en gran medida porque los efectos más dramáticos y visibles de las inundaciones han desaparecido. Sin embargo, según los más recientes reportes, muchas de las peores consecuencias todavía no se han despejado aunque sean menos notorias. A pesar de que estamos ya en plena época seca, las aguas no han terminado de bajar en grandes extensiones de los llanos amazónicos, lo que da cuenta, según los expertos, de un fenómeno que ya tiene todos los rasgos de algo más grave que un año excepcionalmente lluvioso.
Esa aparente indiferencia, felizmente, no es generalizada. Es que a pesar de que las urgencias circunstanciales han desaparecido, muchas instituciones involucradas en los problemas ambientales han seguido preocupándose y ocupándose del asunto con la esperanza de que sus estudios y recomendaciones puedan plasmarse en políticas públicas encaminadas a evitar que el problema continúe repitiéndose y agravándose con cada año que pasa.
Entre los esfuerzos que se están haciendo en ese sentido se destacan los que llaman la atención sobre la falta de proporción entre la importancia que se da a la cuantificación de daños y la ayuda para recuperar la capacidad productiva del sector agropecuario, sobre todo el que realiza sus actividades en gran escala, que contrasta con la poca importancia que se le da al sector forestal. Un ejemplo de esa carencia es que hasta hoy no se tienen datos confiables sobre la magnitud de los daños que las inundaciones causan a los bosques de la zona.
Uno de los resultados de tal omisión es que al cuantificar los daños y los montos necesarios para repararlos no existe un presupuesto dirigido expresamente al área forestal. Así, por ejemplo, de los 476,6 millones de dólares destinados para las regiones afectadas por las lluvias en el marco del Plan Patujú, apenas llegan a 10,5 millones de dólares los destinados al área forestal, y sólo a través de las empresas beneficiadoras de castaña.
Ahora, cuando las lluvias han dado una breve tregua, y antes de que éstas se reanuden dentro de pocos meses, bueno sería no olvidar que el tema está todavía pendiente. Y no sólo en la Amazonía, sino en todo el territorio nacional.
|