La libre oferta y demanda, más vigente que nunca
La libre oferta y demanda, más vigente que nunca
Carlos S. Andrade Padilla.- Muchos recordarán que una de las consignas del actual Gobierno fue “el relocalizar el D.S. 21060” cuya norma impuso, entre otras medidas, la vigencia de la libre oferta y demanda de casi todos los productos y servicios en nuestro país, respondiendo al modelo económico de entonces.
Precisamente, a partir de la “condena” al modelo “neoliberal”, el cual, supuestamente, debería dejar de tener vigencia desde que asumió su primer mandato el gobierno del actual presidente de nuestro Estado Plurinacional de Bolivia, por cuanto esa consigna fue repetida en muchas oportunidades, la libre oferta y demanda está tan vigente como antes.
Pues, estamos convencidos que esa “relocalización” está aún lejos de ser una realidad, por cuanto es evidente que los precios están determinados por esa “mano invisible” de la libre oferta y demanda de los productos, especialmente los de la canasta familiar, al extremo de que las propias autoridades del órgano ejecutivo (Ministerio de Desarrollo Rural) reconocen que el alza de los precios es debido a la falta de oferta de esos productos y a la constante demanda de los mismos; como ejemplo podemos citar a los productos de primera necesidad como la carne de res y de pollo, arroz, papa, azúcar (este último por el retraso en la zafra y su evidente falta en las cantidades normales de oferta).
Lamentablemente, el juego de la libre oferta y demanda no es limpio (en términos futbolísticos diríamos que no hay “Fair Play” = Juego Limpio) porque los que producen en algunos casos y en otros los que comercializan esos productos, incluyen otro factor que para el consumidor no es controlable: la especulación, lo que pone en tela de juicio, inclusive, la famosa aplicación de la libre oferta y demanda, porque muchos precios son más determinados por este factor que por la propia falta de oferta.
Lo más lamentable es que no obstante de estar en un modelo de alta intervención en los procesos de producción y comercialización de bienes y servicios por parte del Estado, no se pueda interceder oportunamente para el control, no precisamente de la libre oferta y demanda, sino de la especulación a la que el consumidor es sometido constantemente, especulación que concluye con la elevación del nivel de precios (aunque los reportes del INE no reflejan esa realidad en las variaciones mensuales del IPC) ya que es de conocimiento de nuestra población que estos procesos especulativos, que inciden en el incremento de los precios, hacen que ya no vuelvan a los precios de períodos anteriores.
En estas circunstancias, no obstante el nuevo modelo de Estado, el consumidor está absolutamente huérfano y librado no solo a esa fuerza que nos prometieron relocalizar, sino que además a la especulación, cuya fuerza es cada vez más notoria en varios artículos de la canasta familiar, o pregúntenles a los representantes del transporte pesado, que han contribuido a esta especulación y proceso inflacionario, con su prolongado paro y bloqueo de caminos por un problema en el que la mayoría de las familias de nuestra ciudad poco podía hacer.
|