EDITORIAL
No hay poder omnímodo
No hay poder omnímodo
Con el caso argentino, ya son dos las experiencias de búsqueda del poder total y exacerbación del culto a la personalidad que muestran sus límites
La decisión de la justicia argentina de procesar al Vicepresidente de la República por serios indicios de corrupción en el ejercicio de sus funciones en uno de varios incoados en su contra (uno, por ejemplo, por cambio ilegal de documentos de propiedad de uno de sus vehículos para perjudicar a su ex pareja), no sólo expresa un cansancio generalizado en el vecino país por la grosera corrupción de sus actuales gobernantes, sino también que el tiempo del poder absoluto ha terminado, a partir de lo cual todo lo que hagan o dejan de hacer va en su contra.
Así está sucediendo con las acusaciones de corrupción dirigidas a la cúpula gobernante argentina, que hasta hace un año dormían en los archivos judiciales o se va dejando atrás los tiempos en los que, con ribetes de escándalo, algunos jueces venales las declaraban sin fundamento, y que hoy comienzan a resurgir. De esta manera, los últimos meses de gobierno que le restan a Cristina Fernández de Kirchner (que alguna vez en este último mandato pretendió modificar la Constitución para permitir la reelección indefinida) se convierten en un lapso en el que más que a buscar como volver al poder luego de una obligatoria pausa, tendrá que volcar sus esfuerzos a enfrentar esos procesos por corrupción.
Para Bolivia, esta decisión de la justicia argentina es muy importante porque muchas de las autoridades de esa nación que han trabajado con el gobierno boliviano en los últimos diez años, fundamentalmente en el campo de los hidrocarburos (venta de gas, explotación en diversas áreas e incluso propuestas de proyectos faraónicos como la construcción de un gasoducto que une a la región con Venezuela), están siendo procesadas por corrupción y algunas, incluso, ya están en puertas de ser sentenciadas.
No sólo eso. El gobierno del MAS ha mantenido una estrecha relación político-ideológica con el kircherismo, sustentada en las propuestas del socialismo del siglo XXI y que recibió la bendición del fallecido mandatario venezolano.
Sobre esos cimientos, el ahora procesado vicepresidente argentino, ya acusado, visitó el país en dos oportunidades como representante oficial de ese país, sin que nuestras autoridades lo cuestionaran por los antecedentes existentes, dando muestras de una afinidad política entre ambos gobiernos que supera incluso elementales formas de relación, y el Presidente del Estado ha expresado su apoyo a la mandataria argentina y promovido en el marco del G-77 + China un encuentro para que el Ministro de Economía argentino explique el tema de los “fondos buitre”, misión que ha sido cumplida siguiendo la táctica del doble discurso al que es proclive el gobierno vecino: uno hacia el público afín política e ideológicamente, y el, otro, a los mercados financieros.
El caso, finalmente, presenta otra perspectiva. Ya van dos experiencias de búsqueda del poder total y exacerbación del culto a la personalidad que muestran sus límites, pues a medida que concentran el poder, también abren las puertas a corrupción y deslealtades profundas que los conducen a su creciente deslegitimación. Bien, se haría, pues, en aprender de ellas.
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