Miércoles, 2 de julio de 2014
 

DESDE LA TRINCHERA

Desde Costa Rica, un gran desafío

Desde Costa Rica, un gran desafío

Demetrio Reynolds.- Aún no habíamos salido de nuestro estupor con la revelación de que la rueda del tiempo puede girar hacia atrás, como se muestra en el reloj del Legislativo, cuando nos viene de afuera otra novedad estupenda. El flamante mandatario de Costa Rica acaba de lanzar un desafío a los ególatras del populismo latinoamericano, emplazándolos de forma tácita a que dejen de fomentar el culto a la personalidad.
La noticia proviene de un pequeño gran país centroamericano, singularmente caracterizado por su alto nivel medio cultural, su atrayente paisaje turístico y por ser un oasis de paz y de libertad. Hace como medio siglo que tuvo la audacia de suprimir el ejército y destinar el presupuesto de la milicia a la educación y otras necesidades. De allí salió el mazazo olímpico, y no del imperio ni del neoliberalismo, como es costumbre endilgar a éstos la autoría de todos los males.
No es fácil remar contra la corriente. Y el gesto es tanto más loable cuanto que el autor es, entre los mandatarios elegidos, un “académico de izquierda”. Las ideas del señor Luis Guillermo Solís tienen el sello de la transparencia invocada. Se aparta radicalmente de los socios de la ALBA cuya manía es utilizar la imagen presidencial para sostenerse en la peana del populismo demagógico. Es un estadista de profunda conciencia cívica. Viene a ser en este momento un raro ejemplo de honestidad. Es de veras un señor presidente.
“El culto a la imagen presidencial –ha dicho el señor Solís– es cosa del pasado”. Eso explica la recurrencia de los caudillos a los símbolos y reliquias de la remota antigüedad, para utilizarlos como atributos mesiánicos personales. No quiere que le rindan pleitesía, por eso no permitirá que su retrato aparezca en las oficinas públicas; tampoco su nombre en las plaquetas que se suele dejar en las construcciones estatales. Lo que se hace con dineros del pueblo es del pueblo y no de los gobiernos, dice el Presidente “tico”.
Demás está decir que esa actitud de rebelión contra un vicio político fue acogida con beneplácito por toda la población costarricense, principalmente por los jóvenes que desean recoger de sus mayores ejemplos positivos para su formación. Asociando con el pasado, también se recordó que otro presidente anterior: Rodrigo Carazo, tuvo una actitud similar en los años 1978 y 1982. Las placas en las nuevas obras simplemente decían: “Construido por el pueblo de Costa Rica”.
Es cierto que una golondrina no hace verano, pero puede ser la gota que termina por horadar la roca. Alguien tenía que empezar; el desafío está lanzado. Si el progreso humano avanza hacia la consecución de aspiraciones anheladas, es preciso hacer de ello una profesión de fe para que la democracia plena impere en el gobierno de las naciones; que sea también cosa del pasado el abuso de poder para asegurarse un triunfo desleal y deshonesto, como viene ocurriendo en varios países de habla hispana.