Viernes, 4 de julio de 2014
 

EDITORIAL

Un debate que llegó para quedarse

Un debate que llegó para quedarse



La intensidad de los debates entre partidarios y adversarios de la despenalización es una prueba de que la causa ya se instaló en la agenda pública

Destacados escritores y especialistas en temas de narcotráfico están contribuyendo desde la palestra cultural a la causa de la legalización de las drogas.
El escritor Mario Vargas Llosa es desde hace ya muchos años uno de los más importantes propulsores de esa causa. Y no lo hace sólo en el plano de las ideas sino también, como en este caso, mediante su participación activa en una campaña que con cada día que pasa gana intensidad en el planeta entero.
En Perú, como en México, Colombia, Argentina y otros países en los que el tema de las drogas ha sido ya incorporado a la agenda pública, los artistas e intelectuales figuran entre los más decididos impulsores de la despenalización. Hace ya más de dos décadas, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, pasando por encima de sus desavenencias, unieron sus firmas para encabezar un movimiento partidario de la despenalización. Desde entonces, la corriente de opinión favorable a la despenalización no ha dejado de crecer.
En el escenario político y diplomático también son notables los avances de la corriente favorable a la despenalización. El año pasado, Uruguay se convirtió en el primer país en legalizar la marihuana y en Estados Unidos ya son más de 20 los estados que han despenalizado dicha droga de alguna manera.
Un giro muy similar está produciéndose en los organismos internacionales. Hace poco, la Organización de Estados Americanos ha presentado un amplio informe sugiriendo reconocer el fracaso de las fórmulas represoras e iniciar el proceso hacia la legalización.
El Banco Mundial, por su parte, está financiando estudios sobre el tema. Uno de ellos, recientemente presentado, examinó el comportamiento del consumo de la cocaína a diferentes precios en 58 países y concluyó que la legalización de dicha droga no produciría una epidemia de consumo.
Según los partidarios de la despenalización, una ventaja adicional de esa fórmula, tan importante como la disminución de las actividades delictivas que se nutren del negocio, es que los fondos que por ahora están siendo despilfarrados en los métodos represivos podrían ser mejor invertidos para afrontar la causa principal del problema que radica en el estado de salud mental que motiva a los consumidores a recurrir a las drogas para aliviar su situación. Como la experiencia ha demostrado, afirman, campañas educativas, preventivas y curativas resultan mucho más eficientes que las campañas bélicas.
Con esos antecedentes, no es sorprendente que la corriente partidaria de la despenalización de las drogas aumente a un ritmo sostenido. Y tampoco que la resistencia de quienes se oponen a tal fórmula crezca también de manera proporcional, lo que contribuye a enriquecer un debate que llegó para quedarse. (Reedición)