Domingo, 6 de julio de 2014
 
La carne y el espíritu

La carne y el espíritu



Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.

Para no pocas personas lo espiritual suena como algo abstracto, etéreo e irreal. Sin embargo, el espíritu es mucho más fuerte que la materia. Generalmente las cosas materiales se desgastan y decaen con el tiempo mientras que las realidades espirituales crecen y se desarrollan con el correr de los días La construcción de nuestra persona que esté basada en lo material siempre será frágil y es más fuerte el trabajo que pone los cimientos sobre lo espiritual. Un matrimonio o un noviazgo basado sobre realidades materiales, siempre tendrá mucha menos profundidad que el fundamentado en la comunión espiritual. Así mismo, podríamos decir de una amistad, por muy buena que sea, siempre será débil si está basada en cosas materiales.
Cuando hago esta afirmación anterior no hay que caer en confusiones. Lo espiritual no es una supresión de lo material. Lo espiritual es lo que anima y vivifica toda la realidad humana y se manifiesta en actos corporales. El espíritu santifica a la carne que anima. Hay que tener en cuenta que la palabra carne es en la Biblia una actitud ante la vida que se caracteriza por la búsqueda desenfrenada del poder, poseer y placer. Sería el elemento primario contrario a las decisiones responsables y libres, propias de! alguien que se abre a Dios y al prójimo. San Pablo ocupa en la segunda lectura nuestra atención. Esta carta a los romanos 8,9.11-13 se podría titular "la vida del cristiano según el Espíritu. Los cristianos estańos llamados a imitar a Cristo, como leemos en el Evangelio de hoy. Los cristianos somos hoy día los discípulos de Jesús.
Nos llama Cristo a imitarle en la mansedumbre y la humildad: "aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraran el descanso". Jesús se presenta como modelo y nos pide que le imitemos. El humilde sabe aprender la gran lección de Jesús. Es el único pasaje del evangelio donde Jesús se presenta como modelo para ser imitado. Pudiéramos esperar que Jesús nos pusiera como materia para ser imitado su intensa vida de oración durante noches y noches, su celo por la salvación de las almas, su pobreza que no tenía donde reclinar su cabeza. Jesús, no obstante el valor de todos estos aspectos, nos pidió que lo imitásemos en la mansedumbre y la humildad. La mansedumbre para sobrellevar los sufrimientos sin dejarnos doblegar bajo su peso y la humildad para no considerarnos superiores a los demás. Todos somos hermanos y servidores de todos.
Jesús nos pide mansedumbre y humildad. Esto no significa que todo le es igual. Cristo no sólo anuncia la Buena Noticia, perdón y salvación. Jesús también se indigna y elevó su voz denunciando las injusticias, supo tomar el látigo en sus manos y expulsar a los mercaderes del templo. El plan de Jesús, las propuestas del reino de Dios, la carta magna del evangelio, es bien exigente para todo el que quiera seguir el itinerario de! discipulado.
La invitación humilde y amorosa de Jesús: "vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo les aliviaré" está hecha para todos. Todos necesitamos de Jesús el Salvador y Redentor del mundo. ˇCuánto necesitamos todos cobijarnos en el corazón de Jesús! El mismo nos invita a cargar con el yugo, sus mandamientos y a descansar en él. Aquí encontramos la carne y el espíritu. Jesús propone un estilo de vida nada dulzón, sino empeńativo. Hay que cargar con la cruz, "carguen mi yugo", dice el Seńor.
Nos viene muy bien escuchar y meditar estas palabras de Jesús cuando estamos queriendo que la Iglesia se acomode al mundo, cuando somos nosotros los que debemos ajustar nuestra vida a la de Cristo y también cuando esperamos que el papa Francisco se acomode al mundo de hoy, como se está diciendo. No hay otra, la carne es carne y el espíritu es espíritu. Las palabras de Cristo son "Espíritu y vida". Jesús se muestra cercano y nos presenta el amor del Padre. Él nos invita a imitarle en la sencillez. Él nos llama a ser humildes y sencillos de corazón. Es esto lo que nos puede hacer felices y vivir de acuerdo al espíritu y no según la carne. Solamente conoceremos al Padre si nos concede esta gracia el Santo Espíritu y Jesucristo nuestro Seńor.