Domingo, 6 de julio de 2014
 

RAÍCES Y ANTENAS

Brasil descubre América Latina

Brasil descubre América Latina

Gonzalo Chavez A..- Setenta mil argentinos en Sao Paulo, treinta mil colombianos en Recife, veinte mil ecuatorianos en Belo Horizonte, 40 mil mexicanos en Salvador, 15 mil ticos. Gracias a la Copa Mundial de Futbol, en las calles de Brasil, nunca se hablo tanto español. Es lo que los brasileños llaman la invasión de los hermanos sudamericanos con cierto dejo de ironía. En cuanto los pueblos se integran por el deporte o reviven viejas rivalidades, como es el caso entre Brasil y Argentina, aprovechemos para ver los dilemas de la política externa brasileña respecto a América Latina.
Partamos de algunas hipótesis de diagnóstico de una realidad que se ha construido en los últimos 20 años.
Primero, los intereses económicos y diplomáticos brasileños se han diversificado y por lo tanto se han vuelto más complejos con todos los países en el mundo pero sobre todo con América Latina. Brasil se ha aproximado a la región, entre tanto, volcarse hacia la región tuvo sus costos y beneficios. Comercio, inversiones, energía, infraestructura, narcotráfico, medio ambiente, tierras, migraciones son algunos de los temas en agenda. Cabe recordar que en el pasado, la política exterior de Brasil no miraba al continente y se guiaba por dos ejes de acción: una relación preferente y especial con EUA, y la búsqueda de autonomía frente a la estructura mundial de poder.
Segundo, Brasil tendría dificultades en asumir el liderazgo que le correspondería dado su tamaño y poder tanto económico como militar. Es el grandote del barrio que es el dueño de la pelota pero que no sabe como jugar en canchas que no conoce. Además, tendría dificultades en administrar el síndrome de desconfianza de los otros países de la región. Los motes de subimperialismo o promotor de las fronteras vivas, lo incomoda e inmoviliza. En realidad existe un viejo dilema de la política externa brasileña que es buscar estrategias de proyección mundial apoyándose en una mayor integración regional o optar por un camino individual basado en su peso geográfico y económico y estableciendo relaciones privilegiadas con Estados Unidos, Europa y el Asia. En esta hipótesis, la proyección global brasileña no se basaría en una contraposición con el poder estadounidense (hard balancing power) y sí en un soft balancing que utilizaría estrategias diplomáticas no basadas en la fuerza para "retadar, fustrar y perjudicar las políticas unilaterales de la superpotencia". El soft balancing incluiría la formación de instituciones y acciones diplomáticas y económicas de alcance limitadas pero efectivas como el BRIC, el MERCOSUR, UNASUR y G21. De manera más específica el soft balancing incorporaría las siguientes condiciones que se aplican adecuadamente a Brasil. 1) Una posición de potencia emergente con potencial de convertirse en hegemónica. 2) Un Estado dominante con capacidad de ofrecer bienes públicos internacionales en las esferas de economía y seguridad. 3) Un estado dominante sin cuestionamiento militar evidente. Entre tanto esta posición brasileña más proactiva y estratégica hacia el mundo no se traduciría en un fuerte liderazgo regional por persistiría en ciertas elites brasileñas una "cultura política internacional parroquial" que se vuelca hacia dentro y que se traduce en una baja identidad cultural con el cono sur. Sólo Argentina estaría a su nivel, el resto son unos peruvianos y otras hierbas muy complicadas.
Frente a este diagnostico persisten dos visiones para reencaminar la política externa brasileña. La integración multifacética y la integración selectiva. La primera parte de la constatación de que Brasil es parte inevitable del cono sur, con lo bueno y malo de esto, por lo que el país debe desarrollar una estrategia de integración estructural y profunda con la región que promueva el desarrollo económico y social armonioso, implementando mecanismos compensatorios amplios entre países. La integración no debe ser sólo comercial. Dada la heterogeneidad de modelos políticos y económicos en el continente, este visión privilegia el principio de no intervención en asuntos domésticos entre países. Una posición elegante y políticamente correcta.
Contrariamente, la integración selectiva en una posición más dura, pragmática y sobria, siguiendo la tradición del Barón de Rio Branco. Sin perder la postura y como buenos lords de los trópicos, los brasileños deben reconocer que el mundo no acaba en la línea del Ecuador, entretanto, la integración con la región no es ni inevitable ni necesaria. La diplomacia brasileña en el vecindario debe seleccionar sólo ciertos temas económicos o políticos que están directamente relacionadas con los intereses nacionales y deben buscar jugar en las ligas mayores.