EDITORIAL
Medio Oriente, síntesis de la confusión actual
Medio Oriente, síntesis de la confusión actual
Es tal la velocidad con que se están traspasando todos los límites, que lo único claro es que la historia está muy lejos de haber llegado a su fin
Aunque la frase según la que el Medio Oriente es “un polvorín a punto de estallar” es una de las más trilladas por lo mucho que ha sido repetida a lo largo de la historia, ahora, cuando las pugnas políticas, étnicas, religiosas, económicas y militares se expanden y atraviesan toda la región sin que ni un pequeño territorio esté libre de ellas, no hay mejor manera de describir lo que estos días está pasando de un extremo a otro de esa región del planeta.
Esa descripción, la que da por inminente la explosión de una crisis de dimensiones mucho mayores que todas las que han ido sucediéndose durante los últimos años, es algo en lo que hay unanimidad entre las partes involucradas y también entre quienes intentan observar y comprender tan compleja situación con algo de objetividad, ubicándose por encima de los múltiples intereses involucrados.
Pero, es sólo hasta ese punto donde llegan las coincidencias, pues es tal la mezcolanza de factores que se combinan, alían y enfrentan que ni siquiera las más cohesionadas organizaciones políticas o religiosas, y ni siquiera Estados cuya solidez parecía hasta hace poco inquebrantable, como el de Israel, se libran de las discrepancias internas y por eso no se atreven a adoptar una posición clara en medio de un caos que está dando fin con toda línea demarcatoria entre amigos y rivales, aliados y enemigos. Las pugnas internas que han dado fin con la coalición gobernante israelí, que se quebró ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la mejor manera de afrontar la nueva escalada de violencia en Palestina es sólo un ejemplo, pero uno de los más elocuentes, de los extremos a los que está llegando el desconcierto generalizado.
Algo muy similar es lo que está ocurriendo en las cúpulas gobernantes, entre las jerarquías políticas y religiosas de todos los países del mundo islámico. Así, de pronto se vislumbran alianzas como la que ya se perfila entre Irán y Estados Unidos, o los acercamientos entre clérigos iraníes y los monarcas saudíes, mientras los ejércitos de ambos países mueven sus tropas hacia la misma región donde hace pocos días fue instaurado un nuevo califato sobre las ruinas del Estado iraquí. Y así como se producen alianzas y acercamientos que hasta hace sólo unos meses hubieran parecido inconcebibles, también se exacerban las diferencias entre países, sectas, etnias y estados que hace no mucho parecían gozar de una unidad monolítica. Las peores matanzas, por ejemplo, son las que están siendo cometidas entre miembros de las mismas corrientes a causa de sus pugnas internas.
En ese contexto, dados los antecedentes acumulados en esa zona durante las últimas décadas, y la velocidad con que han comenzado a moverse y diluirse las fronteras geográficas, las cohesiones estatales, la reconfiguración de las identidades étnicas y nacionales, el recrudecimiento de las tensiones entre Israel y Hamás, la más belicosa facción palestina, o la incontenible ofensiva de la más radical de las organizaciones sunníes, adquieren una nueva connotación.
En medio de tan caótico panorama, lo único que queda claro, por encima de cualquier duda, es que la historia está muy lejos de haber llegado a su fin, como tan erróneamente llegó a creerse hace sólo un par de décadas.
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