Martes, 8 de julio de 2014
 
Niños trabajadores

Niños trabajadores

Stanislaw Czaplicki.- En teoría, todos estamos de acuerdo en que los niños (uno es niño hasta cumplir 18 años) no deben trabajar, deben estudiar, jugar y vivir su niñez. Son sus derechos de los cuales nosotros, los adultos, sobre todo los padres y el Estado, tenemos la obligación de velar. Si las circunstancias obligan a los niños a trabajar, deben hacerlo bajo ciertas condiciones y bajo protección. Hay trabajos que los niños cumplen para ayudar a sus familias y que no son dañinos ni comportan explotación. Otros trabajos cumplen el rol formativo donde el niño gradualmente se prepara para una profesión futura o para tomar el lugar del padre o madre como es el caso de la explotación agrícola familiar. Pero no todas las formas de trabajo infantil son positivas.
Actualmente, de acuerdo a Unicef, en el mundo trabajan 168 millones de niños en la edad de cinco a 17 años, de los cuales unos 150 millones son menores de 14 años. Dentro de esta cifra se encuentran niños en situaciones de esclavitud o semiesclavitud que hacen trabajados forzados, niños soldados, explotados sexualmente o que son usados en actividades ilícitas como tráfico de drogas.
El trabajo infantil se combina con frecuencia con pobreza, laxismo social, falta de oportunidades de trabajo decente para adultos y adolescentes, migraciones y emergencias. El trabajo infantil no es inevitable, se puede prevenir y se debe proteger. En primer lugar, el trabajo se debe combinar con la educación. Los niños huérfanos o abandonados deben ser recogidos en los centros infantiles o por la familia más lejana. No es admisible que un niño trabaje para mantenerse y vivir solo.
El proyecto mejor concebido y exitoso para niños trabajadores que conozco existe en El Salvador bajo el nombre Polígono Industrial “Don Bosco”, fundado por un salesiano español José María Moratalla, donde inicialmente unos 150 niños y adultos de un barrio pobre de San Salvador organizados en 11 talleres cooperativos dirigidos por sus miembros –panadería, imprenta, costura, tintorería, producción de muebles de jardín, lácteos, pastelería y otros– producen para el mercado salvadoreño, ganan dinero y con esto garantizan cuidado y educación para sus miembros menores de edad. Este proyecto no lucrativo de inclusión social antes de alcanzar su éxito actual recibía el apoyo de Unicef. El trabajo protegió a los niños pobres de caer bajo la influencia criminal de las bien conocidas maras salvadoreñas y ofreció un modelo de inclusión social para los “muchachos” de FMLN después de la guerra civil concluida en 1992.
En Bolivia se ha aprobado el muy detallado “Código de Niño, Niña y Adolescente” que incluye un capítulo sobre el trabajo infantil. La discusión sobre la edad límite debajo de la cual no está permitido trabajar (10, 12 y 14 años) es un tanto teórica en una economía en su gran parte informal (38 por ciento del PIB). De todas maneras, el trabajo a partir de los 10 años no está permitido por Convenio 138 de la OIT sobre la edad mínima de admisión al empleo (convención ratificada por Bolivia, donde 26 por ciento de los niños de cinco a 14 años trabaja - ver SOWC2014 de Unicef).
En el sector formal, una jornada de ocho horas diarias de trabajo no da tiempo para estudiar. El derecho a tiempo libre que tiene que dejar el empleador para escolaridad parece poco factible en condiciones bolivianas. La verdadera acción que debería tomarse para apoyar el código sería de asignar recursos para la construcción de los centros infantiles, contratación y formación del personal idóneo que se pueda ocupar de los niños trabajadores en forma que favorezca su desarrollo como seres humanos y futuros ciudadanos, y que se subsidie a las organizaciones no gubernamentales que desde hace años se ocupan de los niños huérfanos y abandonados y también de los niños trabajadores. No se trata sólo de legislar, sino, y sobre todo, de garantizar que la legislación se pueda cumplir.