DESDE LA TRINCHERA
La hora crítica de las definiciones
La hora crítica de las definiciones
Demetrio Reynolds.- Alea jacta est, diría un engolado académico de la universidad. La locución latina quiere decir “la suerte está echada”. Y es verdad. Sólo faltan tres meses para la cita de octubre y todo parece estar ya definido. Lo que hasta ahora se ha visto, seguirá su curso: la fragmentación de los opositores y la consolidación del único candidato oficialista. En algún momento, ¿será éste agradecido con ellos? Nadie le ha hecho tanto favor.
Ciertamente es una lucha desigual, pero con mayor diferencia en cuanto a la capacidad de percibir y entender la realidad. Para los perdidosos de esta etapa (la preelectoral) la tarea común de rescatar la democracia no fue suficiente acicate, por eso no pudo aglutinarlos. La solapada ambición personal y la tendencia hacia la dispersión anárquica pudieron más que cualquier otro motivo. Son el mismo pasado ruinoso que abrió el cauce a la “rebelión de las masas”.
No podían garantizar mejor el triunfo de Morales; ya suman hasta ahora una media docena de junt’uchas con sus respectivos binomios. Ajenos al drama que vive el país, hablan con gran seriedad –como si fuera cierto– de las “coincidencias ideológicas y programáticas”, cuando la meta suprema en esta instancia es evitar los dos tercios de la dictadura en ciernes. Algunos hasta sueñan con ser candidatos la próxima vez. Pero esa “próxima” vez puede no llegar nunca. En Cuba hay un solo partido con un clan vitalicio en el poder; Chávez iba por el mismo camino; Correa no tiene otro. ¿Qué puede negarles la Constitución manipulada?
No es que no encontraron en sus filas un candidato mejor, y que no sea un blanco fácil para atacarlo desde el pasado, les fue muy difícil aceptar la insurgencia de generaciones nuevas. Por lo visto, incapaces de una renunciación heroica, prefieren simular que aún pelean, cuando en realidad arrastran la agonía. En esto se parecen mucho al rehén del Palacio Quemado, éste es otro personaje que no tolera seguidores cercanos. A ambos les falta visión y grandeza para aceptar los designios fatales de la vida.
Los que de todas maneras accederán al Parlamento por diferentes vías, ya demuestran desde ahora su consistencia moral. La grande misión, asociada al interés del país, no les convenció. Como otras veces, es la disputa de los escaños lo que les junta o les divide. Llegado el momento, se alejarán de su partido o agrupación; se proclamarán independientes y llevarán la cotización de su voto al mercado negro. Son los mercenarios de la politiquería nacional.
Pese a esa perspectiva postelectoral incierta, la ciudadanía aún se aferra a la ilusoria esperanza de un tiempo nuevo. Dadas las circunstancias, esa responsabilidad crucial asume el “soberano” que definirá el resultado en las urnas con su voto. En la anterior ocasión, cuando mañosamente quisieron hacerle elegir a los jueces “truchos”, supo indignarse, votó en contra y rechazó el engaño. Ahora con la reelección tramposa habrá sin duda la misma actitud de él.
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