CARA O CRUZ
Vaya a debatir con su abuelita
Vaya a debatir con su abuelita
Raúl Peñaranda U..- Evo Morales no debatirá con sus contrincantes. Para evitar que esa discusión siguiera, el Presidente mandó a sus adversarios a dialogar “con su abuela”. Punto final. ¿O no? Morales efectivamente no debatirá, pero el debate sobre no debatir esta vez no concluirá tan fácilmente como en las elecciones de 2006 y 2009.
En años anteriores, todo se le perdonaba al Jefe de Estado. Estaba montado sobre la más grande ola de reformas políticas y sociales vividas en el país en medio siglo y podía darse el lujo de patear el tablero las veces que quisiera. Además, como candidato favorito indiscutido, cualquier argumentación para no confrontar a sus rivales era aceptada.
Para las elecciones de octubre próximo, Evo sigue siendo el candidato favorito, pero su aura de político “único”, “distinto”, “revolucionario” ha empezado a desvanecerse. Hoy es cada vez más considerado como “un político como otros” (aunque no desdeño su enorme legitimidad y popularidad). Lo que es claro es que un líder indígena como él reprimió en Chaparina a otros indígenas. Del político “austero” que era, que ordenó rebaja de salarios y gastos estatales innecesarios, hoy es el Mandatario más dispendioso de la era democrática. Tenía autos blindados, pero aun así decidió comprar otros, a un precio de 1 millón de bolivianos cada uno; tenía un avión presidencial, pero aun así decidió comprar otro, en 39 millones de dólares; tenía un Palacio de Gobierno, pero aun así decidió comprar otro, en un precio todavía no revelado, etc.
De esas cosas, obviamente, Morales no desearía hablar en un eventual debate. Ni de una cumbre que costó 500 millones de bolivianos y que trajo menos presidentes al país que la de 2003, que costó 50 millones. Ni de un teleférico que cuesta 80 millones de dólares más que su símil de Medellín. Ni de un satélite por el que se erogó la friolera de 300 millones de dólares y que no ha mejorado un ápice ni la telefonía ni Internet. Ni de la reforma de la justicia, la más fracasada de los últimos años. Ni de la gran oportunidad perdida de no haber realizado reformas sustanciales en salud y educación. Etc.
Obviamente, por estar ocho años y medio en el poder, Morales tendría mucho de qué defenderse y explicar en un eventual debate. Afirmar que la economía está bien, que hay crecimiento y bonanza (cosas que son verdad), no sería suficiente. La gente lo sabe. Escucharlo en un debate no le aportaría más votos a Evo.
Su potencia política inicial ha cedido paso a una administración “de las cosas pequeñas”, en las que las autoridades prometen más teleféricos, más satélites y más estadios, pero no “más proceso de cambio” Y si de proponer se trata, cualquier candidato puede hacerlo.
Además, las razones por las que no acudirá a debatir son tan risibles como las de años anteriores. Hoy señala que Samuel “no tiene moral” para sentarse a discutir con él, porque “es privatizador” y “neoliberal”.
Esos argumentos son pobres. Evo y Álvaro están hoy de ñañas con muchos “neoliberales”, sobre todo cruceños, empezando por el alcalde-libidinoso y terminando en la directiva del Colegio de Economistas de esa ciudad, una entidad muy “neoliberal” que acaba de nombrarlo “Economista Honorífico”, por haber logrado “días felices para el pueblo boliviano” (sic), para no mencionar decenas de otros empresarios y dirigentes de derecha que hoy han pactado con el Primer Mandatario.
Pero Morales no solamente prefiere no debatir porque puede perder enfrentado a sus contrincantes. No lo hace debido a que no tiene realmente un espíritu democrático, que se basa en la creencia que todos tienen las mismas prerrogativas, que fiscalizar al poder es derecho de cualquier ciudadano, que el disenso debería ser protegido, que el poder del Presidente debe ser limitado. En nada de eso cree. Su visión se basa en que el poder debe ser utilizado para acumular más poder.
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