Viernes, 11 de julio de 2014
 

SIN PELOS EN LA LENGUA

Lecciones de este mundial

Lecciones de este mundial

Mónica Olmos Campos.- ¿Qué han hecho argentinos, brasileros, chilenos, costarricenses, uruguayos y colombianos para regalar a sus pueblos la emoción y el orgullo de destacarse entre los mejores del mundo?
Durante este mundial, los medios de comunicación y las redes sociales nos han mostrado que detrás de cada jugador hay una historia de esfuerzo, fe y convicción.
Un James Rodríguez que desde muy niño ya sabía lo que quería ser cuando fuera grande. Es que todos los jugadores de este mundial como de los anteriores y los que vendrán son chicos con un pasado construido sobre bases sólidas, tanto personales como institucionales.
Selecciones como la de Holanda y Brasil han demostrado lo fundamental y decisivo que puede ser contar con un Plan B; cuando el equipo de los Países Bajos colocó a su portero especialista en tapar penales y el equipo anfitrión quedó “inhabilitado” con la salida de Neymar y Silva.
El cuadro Alemán ha dado una lección de entereza al celebrar muy “a la alemana” su clasificación a los cuartos de final. Mientras los equipos latinoamericanos “saltaban de una pata” por avanzar un peldaño más, los teutones dejaban adivinar apenas una sonrisa: “Ganar era una obligación y un paso más para la que es nuestra meta”, explicaba su Director Técnico. ¿Esto es lo que llaman cultura de la excelencia? ¿Es la mentalidad de la perfección?
Todas las selecciones nos han enseñado que cuando de mojar la camiseta se trata en nombre de su país, no importa ni la lesión física y el dolor que pudiera provocar ni la silbatina e insultos de un público en contra ni la humillación de una goleada a los 30 minutos de una derrota segura. Se está ahí para jugar… hasta el final.
Pero quizá la lección más significativa tiene que ver con aquello que se ve en la cancha después de cada partido. Resulta estremecedor el abrazo de felicitación entre circunstanciales rivales; las palabras de consuelo del ganador al que ha sido derrotado en ley; la admiración que existe entre jugadores y que termina en intercambio de camisetas; el arrodillarse y mirar al cielo para agradecer a Dios por lo recibido, sea gloria o sepultura. Todos, actos que hacen al ser humano capaz de forjar al verdadero deportista.
Por supuesto no puedo dejar de destacar aquello que las cámaras muestran antes de cada encuentro y que algunos países como Chile lo manifiestan de manera contundente. Entonar el himno nacional como lo hacen los de la roja, puede ser, según los psicólogos deportivos, determinante para salir triunfadores.
Cuando Bolivia llegó al mundial de Estados Unidos, hace ya 20 años, lo hizo con jugadores con bases sólidas, con un plan B en el banquillo de reserva, con un director técnico que gestionó hábilmente triunfos y derrotas, con deportistas que sudaban la verde hasta las últimas consecuencias y con una selección que aprendió y nos enseñó a entonar el himno nacional con la energía que se merece.
¿Por qué desaprendimos todas estas lecciones? ¿Cuál es el futuro que nos espera con equipos ligueros plagados de jugadores extranjeros? ¿Cuál es el apoyo real que los clubes reciben de las instituciones del Estado? ¿Son las decenas de canchas de césped sintético la clave para iluminar potenciales estrellas del fútbol?
El martes pasado, el Club Olympic celebró “55 años de pasión”. Varios eximios deportistas fueron reconocidos, entre ellos un hombre grande: don Roberto Pavisic a quien le regalaron un enorme corazón firmado por cientos de personas. Roberto, en la humildad, sencillez y sabiduría que le caracterizan, dijo que el éxito deportivo tiene un solo nombre: “Sentimiento”.