EDITORIAL
Hacia las elecciones de octubre
Hacia las elecciones de octubre
Las alianzas que se están dando muestran que hay tal vaciamiento político-ideológico que lo más probable es que el 13 de octubre dejen de funcionar
Hace unos días, expresábamos algunas previsiones sobre las probables candidaturas para las elecciones generales de octubre próximo. A un día de que se cierre la inscripción de candidatos, la situación tiende a confirmar las percepciones más pesimistas.
Al ser la política el ejercicio del poder, es un oficio demasiado complejo que muestra, en sus verdaderas dimensiones, las grandezas y las bajezas de quienes lo ejercen, lo que puede apreciarse dejando a un lado la retórica. En esa ruta, prevalecen los grises que la militancia trabajadora y creyente trata de negar para poder establecer sistemas maniqueos de adhesión y rechazo personales, ideológicos, culturales, etc. Y este sectarismo, que permite eludir los problemas, se desarrolla plenamente en las campañas electorales.
De ahí que quienes saben de este oficio, quisieran estar en permanente campaña, obviando las exigencias que la política plantea y que se presentan en varias circunstancias: una de ellas, en la conformación de las listas de candidatos, momento en el que las peleas internas por intereses personales y de grupos incluso se sobreponen a las creencias y los altruistas objetivos que se propone.
Obviamente esto sucede en un sistema democrático. En regímenes autoritarios las disputas se dan entre las facciones que controlan el poder, disputas que en no pocas oportunidades son tremendamente violentas. No están lejanas las épocas en las que en el país la decisión sobre quiénes gobernaban salía de las reuniones de los comandantes militares.
Volviendo a la situación actual, estamos en el tiempo en el que se profundizan las disputas entre las diversas corrientes que conforman las alianzas políticas. Por el lado positivo, se trata de un lapso en el que podría avanzarse en la reestructuración de un sistema político-partidario que dé sustento en el plazo largo a la Bolivia que ha surgido de los cambios aplicados desde 2006, y que tienen, hasta ahora, el mérito de no haber derrocado al sistema democrático.
Sin embargo, parece que ha sido tal la derrota del sistema partidario que emergió de la reconquista de la democracia en 1982, que hasta ahora no puede construirse uno nuevo. Hasta la semana pasada había importantes indicios de que podrían estructurarse cuatro corrientes definidas en términos tradicionales, llenando los espacios vacíos: una centro izquierda y una centro derecha con capacidad de diálogo que, manteniendo sus diferencias, pudieran impulsar un programa de profundización de la democracia y el desarrollo integral de la sociedad boliviana, conviviendo con dos expresiones radicales: un sistema de aglomeración de movimientos corporativos cohesionados por el líder indiscutido y fuertes lazos de corrupción, y una derecha radical, del tipo del uribismo en Colombia, ambos con fuertes tendencias autoritarias.
Sin embargo, las alianzas que se están dando en los últimos días y las que aún se verán muestran que hay tal vaciamiento político-ideológico que lo más probable es que el 13 de octubre dejen de funcionar.
Si esa pesimista previsión se cumple, sigue en pie el desafío de crear un nuevo sistema político partidario que evite que el autoritarismo cope el escenario político.
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