DESDE LA TRINCHERA
La Guerra del Chaco en la literatura
La Guerra del Chaco en la literatura
Demetrio Reynolds.- Sobre la “guerra estúpida”, como la ha calificado Augusto Céspedes, la opinión de Alcides Arguedas tal vez sea la más cercana a la realidad: “La tragedia del Chaco –ha dicho el autor de Raza de Bronce– es obra de periodistas estúpidos, de militares ineptos y de políticos mediocres”. Como se recordará, el presidente Salamanca dio la consigna de “pisar fuerte en el Chaco”, y a él le hicieron los militares bolivianos el único “corralito” exitoso de la campaña, en Villa Montes.
Cuando el enemigo llegó a donde ya no podía avanzar más, se dio por finalizada la guerra. La última batalla se perdió en el campo diplomático. Argentina ayudó secretamente al Paraguay, y su canciller Saavedra Lamas fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz, atribuyéndole la pacificación del Chaco. Esa “paz” significó para Bolivia, además de las pérdidas humanas, otra desmembración territorial.
Una referencia bibliográfica importante es el ensayo “La literatura boliviana de la Guerra del Chaco” (1969), cuyo autor es don Jorge Siles Salinas. Allí se lee: “La lectura de las novelas y cuentos inspirados en la guerra nos lleva a la comprobación decepcionante de que ninguna de esas obras ha sido capaz de juzgar ese duelo entre las dos naciones a la luz de su propia realidad histórica y cultural”. Más adelante añade: “La insensatez de la tragedia del Chaco radica, precisamente, en su carácter fratricida. Esto, desgraciadamente, no supo verlo ninguno de nuestros escritores de ese ciclo literario”.
Pero el crítico más autorizado es sin duda Carlos Medinaceli, quien se refiere con ironía a los “chacólogos”. En 1936, es decir, a un año de finalizada la guerra, escribe: “Aunque sea doloroso decirlo, este año no se ha publicado ninguna obra, en ninguno de los géneros, que esté a la altura del dolor boliviano o que haga frente a la realidad que nos aplasta”.
Sin embargo, de lo que se ha escrito y publicado hasta ahora, el tiempo –ese juez supremo e inapelable– ha rescatado el cuento que titula “El pozo” de Augusto Céspedes. Es decir, que cuando se habla de la literatura de la Guerra del Chaco, el título que de inmediato viene a la memoria de la gente que ha leído un poco, es el de ese cuento. Y también en el contexto latinoamericano “El pozo” es una pieza antológica infaltable. La sed, como fatídico enemigo invisible, pero real, está narrada con gran maestría por el mencionado escritor.
En un nivel más popular y más extensivo, es probable que la expresión artística del sentimiento del dolor no esté en la literatura sino en la música. El kaluyo “Boquerón abandonado” y la cueca “Infierno verde” son piezas emblemáticas del acervo nacional; han pegado fuerte en la sensibilidad y el gusto popular. Son el homenaje vivo y permanente a nuestros héroes.
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