DE-LIRIOS
De la violencia a la beneficencia
De la violencia a la beneficencia
Rocío Estremadoiro Rioja.- No me sorprendió el “ritual de bienvenida” que le dieron a un violador en la cárcel de El Abra, en Cochabamba. Lo disfrazaron de mujer cual si fuera la peor de las deshonras.
No me extraña porque desde el fútbol hasta la guerra, si se quiere denigrar al adversario, se lo feminiza, y aquello pasa tan desapercibido, que los/as más progresistas cultores del “deporte pasión” (mujeres incluidas), no suelen tener una palabra crítica al respecto. En relación a la guerra, se sabe que la mayor humillación de un soldado es ser tratado como mujer, sometiéndolo a la violencia sexual. Cómo olvidar que en esa especie de guerra desigual entre el Estado peruano y Sendero Luminoso, una de las prácticas más habituales contra los detenidos era la violación, muchas veces perpetrada con los palos de los policías.
En la Guerra del Pacífico, son frecuentes las alusiones que feminizan al adversario, principalmente desde el lado de los vencedores que parecían tener una obsesión erótica con la Lima ocupada. Algo similar ocurrió con Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza. Está demás recordar lo que pasa con las mujeres durante las incursiones de los ejércitos.
Igualmente, en el periodo de las dictaduras militares latinoamericanas se percibe una saña “sexual” generalizada contra aquellas “mujeres políticas” que fueron capaces de transgredir no sólo el autoritarismo, sino los típicos roles de género que en estos contextos son pródigamente difundidos. Así, mientras el modelo “ideal” de mujer se resumía en la figura de la “Primera Dama”, como “madre y/o esposa ejemplar” y cuyas actividades “públicas” se concentraban en el asistencialismo y la beneficencia, las verdaderas mujeres políticas fueron duramente perseguidas. En ese sentido, la imagen de Yolanda Prada de Banzer no pudo ser más clarificadora.
La cuestión es si en las actuales democracias esta situación ha mutado. Aunque no se puede comparar con periodos francamente totalitarios, ¿será que la violencia estatal contra mujeres u hombres “feminizados” ha mermado? ¿Qué decimos de la violencia en los ámbitos privados?
Lo que no aparenta cambiar, es la reproducción de estigmas y estereotipos sobre los roles de hombres y mujeres a partir de los actores “políticos”. Basta ver la tendencia de oficialismo y oposición de utilizar a la mujer como estampa decorativa mediante una distorsionada comprensión de la “inclusión de género”, que promociona candidaturas de mujeres cuya popularidad está directamente relacionada con un papel de “objeto sexual”. Recordemos el caso de una candidata a la Gobernación del Beni.
De manera análoga, llama la atención el intento de reedición de la estereotipada representación de la “Primera Dama”, pretendiendo colar en tal posición a la esposa del Vicepresidente, con matrimonio de “princesa” incluido.
No obstante, en el marco de las próximas elecciones, lo preocupante es que sean las propias “mujeres políticas” las que, seguramente buscando el apoyo de nuestra pacata y conservadora población, lo primero que articulen al abrir la boca, sea la promesa de trabajar por “niños y ancianos”, siendo lo que podría esperarse de una mujer (y no de un hombre), que se adhiere a las funciones que le “corresponden”. Ni qué decir de las candidatas de palo que acompañan a cadáveres políticos que ahora se muestran como acérrimos defensores de los derechos de las mujeres, cuando en el pasado apoyaron y respaldaron a los que dirigieron las dictaduras militares.
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