EDITORIAL
Un escenario poco claro
Un escenario poco claro
Lo que se debe pedir a nuestros gobernantes es que actúen en función de los intereses de sus naciones y no de sectarismos radicales
La vista que ha realizado el Presidente de Rusia a Cuba, Nicaragua, Argentina y Brasil, así como las reuniones que ha sostenido con los mandatarios de Bolivia y Uruguay, no deberían pasar desapercibidas.
Por un lado, este viaje coincide con el creciente distanciamiento de Rusia con la Unión Europea y Estados Unidos por los afanes expansionistas y de ejercicio de hegemonía regional que ha mostrado en los últimos años. Probablemente, más allá de objetivos concretos a conseguir, el mandatario ruso quiere un mensaje en sentido de que si es acosado en lo que él considera su zona de influencia por esas potencias, tiene la capacidad de llegar a una América latina lamentablemente bastante dividida.
Por otro lado, que haya coincidencia en su oferta de desarrollar proyectos de energía nuclear con fines pacíficos tampoco parece ser gratuita. Si hay algo en el mundo actual provoca temor es este desarrollo. Irán es un ejemplo palpable de lo que significa ingresar en esos terrenos difíciles si no se tiene el peso específico para poder enfrentar las suspicacias que se pueden generar.
No se trata, de ninguna manera, de asumir una posición indigna frente a las potencias occidentales, sino de que hay realidades que se debe conocer y reconocer si no se quiere que sus respectivas poblaciones se vean afectadas. Peor aún, si estos ofrecimientos son hechos a representantes de corrientes que tienen una innegable vocación autoritaria y que subordinan cualquier tipo de interés nacional a una visión maniquea del mundo.
Sólo así se explica, por ejemplo, que gobiernos como los de Cuba, Nicaragua o Bolivia busquen establecer alianza con los gobernantes actuales de Rusia o lo hayan hecho con los ex gobernantes de Irán, que expresan posiciones radicalmente retrógradas y contradictorias con lo que ellos postulan. Es decir, que esos gobernantes tengan el mismo enemigo, Estados Unidos, permite superar las contracciones ideológicas profundas que hay entre ellos y que sin la existencia de la potencia del norte serían insuperables.
En ese contexto, es de esperar que por las sutilezas del poder que enceguecen a los gobernantes no estemos asistiendo a un intento de restablecer una nueva guerra fría. Hacerlo sin considerar sus consecuencias sería de una irresponsabilidad intolerable, porque ya hemos sentido, en esta región del mundo, lo que significa un estado de esta naturaleza, por una parte y, por otra, porque la región ha pasado, con relativo éxito, pese a la retórica, por una saludable experiencia democrática que ha abierto espacios de participación, inclusión y cambios, respetando derechos humanos básicos y mejorando en forma sostenida las condiciones de vida.
En fin, ojalá que la visita del Presidente ruso a la región no vaya por el rumbo mencionado, sino que pueda insertarse en el proceso de creación de nuevos escenarios mundiales en los que más que forjar alianzas para disputar espacios, se lo haga para compartir beneficios.
Por lo demás, lo que se debe pedir a nuestros gobernantes es actuar con responsabilidad y en función de los intereses de sus respectivas naciones y no de sectarismos radicales.
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