Martes, 22 de julio de 2014
 
Bolivia nación neoconfesional

Bolivia nación neoconfesional

Gustavo L. Quiroga Mercado.- La ruptura entre el Estado y la religión resulta no sólo difícil, en muchos casos parece imposible. En la Constitución se puede estampar la declaración de ser un país laico, romper con una confesión; pero paulatinamente se desliza gravitacionalmente a otra de cualquier tipo o se regresa con la anterior. Es posible que con una dictadura se mantenga el compromiso de laico algún tiempo, pero en democracia se sigue la mordaz definición de Bernard Shaw: la democracia es una colección de idólatras. El retorno del Estado a una confesión es inevitable.
Intentando soslayar las etiquetas del estado cristiano opuesto al estado burgués, y tomando más en cuenta sus contenidos filosóficos; el primero, por supuesto, confesional, plantea la solidaridad, es intervencionista, en economía podría plantearse el estado de bienestar, siendo tolerante; o llegar a controlar y regular toda la producción y toda actividad económica, y en el ámbito político controlar todo acto externo, no admitir disidentes. El segundo, es laico, agnóstico, no sólo es abstencionista en lo religioso, donde garantiza jurídicamente el desarrollo y autonomía de la libertad religiosa, es fiel a su filosofía, garantizando, también, la expansión de la libertad económica. La emancipación y secularización religiosas y la libertad económica van juntas; es el “laissez faire”.
Es paradójico, pero el resurgimiento de los estados confesionales se da bajo doctrinas marxistas-leninistas, declaradas ateas; no sólo porque estigmatizan a los disidentes y renegados de su doctrina, deben, al mismo tiempo acoger un sistema económico socialista, dirigir la economía. El discurso oficial boliviano es neoconfesional, se declara laico, rechaza su antiguo catolicismo; pero balbucea un nuevo credo, todavía una idolatría, un becerro patinado, plateado, no dorado: “espuma de plata”, metáfora tan rebuscada, la refinación de la plata más pura (no la hoja sagrada) para hacer referencia y reverencia al presidente; el proceso de cambio, cambio rumbo al socialismo debe entenderse, atravesando las cinco tensiones remarcadas por el Vicepresidente, y finalmente, la Madre Tierra o Pachamama (con frecuencia ultrajada); ya no se alude al sol, pero sí al mar.
Esta nueva confesión es titubeante, incluso, coquetea por momentos con la antigua y desdeñada religión católica, posiblemente por similitud de discursos con el papa Francisco, (los jesuitas siempre fueron tildados de “comunistas emboscados” y el mismo Fidel Castro se formó en colegios jesuitas). Muchas homilías del Papa purgadas de sus referencias bíblicas, con algunos cambios de referencias, pasarían por discursos del vicepresidente y propugnarían el “Vivir Bien” dejando al costado el discurso de la iglesia de los pobres.
En otros aspectos, especialmente en sus actos, los gobernantes son coherentes con los de un Estado confesional: distinguen claramente a los heréticos, calificados de librepensadores: el disenso no es admitido; el proceso de cambio si se le entiende como modelo económico, plantea una transformación rumbo a una economía socialista y comunitaria (discurso del vicepresidente) y todas las medidas sociales son de un Estado paternalista o más bien ¿maternalista? (pensando en la Pachamama); el Estado es omnipresente. Entre el discurso y la realidad pueden existir distancias monumentales, pero toda confesión empieza en la doctrina.