EDITORIAL
Prevenir para no lamentar los incendios forestales
Prevenir para no lamentar los incendios forestales
Es de esperar que este año la previsible ola de incendios forestales sea atacada con medidas preventivas y no con inútiles lamentos
Todos los años, desde hace ya mucho tiempo, a estas alturas del año suelen producirse los primeros incendios forestales en nuestro país. Es durante los últimos días de julio y los primeros de agosto cuando comienzan a reportarse estos casos y con la misma tan previsible regularidad se van sucediendo las siguientes etapas de un proceso que se repite cíclicamente. Tras estos incendios se anuncia el inicio de investigaciones para determinar su origen, se amenaza con aplicar “todo el peso de la ley” a sus causantes, se lamenta la falta de recursos para combatir el avance del fuego, se pide ayuda internacional, se hace recuento de los daños materiales, de los estragos que el humo causa en la salud de la gente… y así sucesivamente.
Que el fenómeno ya sea tan previsible como la repetición de las estaciones del año tiene una explicación. Es que los agricultores de Bolivia, grandes, medianos y pequeños, siguen recurriendo al fuego como principal medio de preparación de las tierras de cultivos para la próxima siembra de productos agrícolas y el pastoreo de ganado. Y lo que es peor aún, se recurre al fuego para ampliar de manera “accidental” y muy barata la frontera agrícola, destruyendo extensas áreas boscosas, transformándolas así en terrenos cultivables o urbanizables.
El principal argumento en el que se respaldan los autores de esa manera de actuar es el económico. Y visto el problema desde el punto de vista de los intereses individuales y gremiales de los agricultores, es evidente que tienen razón, pues es imposible que otro método de chaqueo resulte más rentable que el uso de fósforos, más aún cuando las condiciones ambientales se prestan a que con sólo ese instrumento puedan obtenerse resultados que de otro modo requerirían esfuerzo e inversión.
Desde el punto de vista de los intereses de la sociedad, en cambio, el panorama es diametralmente opuesto. Es que como todos los estudios sobre el tema lo confirman, las pérdidas económicas causadas por los chaqueos y los incendios sólo pueden ser cuantificadas en términos de cientos de millones de dólares. La diferencia es que tan alta factura no la pagan los beneficiarios de los incendios, sino que se distribuye entre toda la sociedad y se la transfiere a las nuevas generaciones.
Felizmente, después de muchos años durante los que la indiferencia era la actitud predominante entre las autoridades estatales y de toda la sociedad, este año se puede ver un inicial cambio de actitud. La Autoridad de Bosques y Tierras (ABT) ha dado las primeras señales de su decisión de anticiparse a los fuegos y, como corresponde, a pesar de que todavía estamos en las vísperas de la inauguración de la temporada de incendios, se ha puesto en acción para involucrar en un plan preventivo no sólo a los sectores directamente involucrados con las quemas sino a toda la sociedad.
Es de esperar que durante los próximos días comiencen a verse los frutos de ese esfuerzo. La eliminación de los chaqueos mediante quema, la desaparición o por lo menos la drástica disminución de los brotes de incendios y la ausencia de las densas humaredas que a estas alturas del año suelen expandirse hasta hacer irrespirable el aire de gran parte de nuestro país, serán las pruebas más fehacientes del éxito de esa política.
|