Viernes, 25 de julio de 2014
 

BARLAMENTOS

Connivencia e intromisión en asuntos internos

Connivencia e intromisión en asuntos internos

Winston Estremadoiro.- La revista Veja de Brasil publicó un artículo del analista Duda Texeira. Su reportaje se tituló “Connivencia diplomática”. Algunos de los sinónimos españoles del latín ‘conniventia’ son amaño, conjura, complicidad, trama, conspiración, complot, contubernio, combinación. En lingo boliviano, ‘combinola’. Enhebrando definiciones, más que diplomática quizá la connivencia era ideológica, al tratar del disimulo o tolerancia del superior (Lula da Silva) acerca de las transgresiones (más de una centena de vuelos sobre territorio brasileño) que cometía su subordinado (Hugo Chávez) el año 2007, enviando aviones cargados de soldados venezolanos y vehículos blindados en auxilio del entonces acosado régimen del ahijado del socialismo del siglo 21 (Evo Morales).
Sobre la masacre de Porvenir, en 2008 escribí “Perfidia en Epitafiolandia”. Refería la declaración de una dama pandina que ayudó a los heridos: “la propaganda del Gobierno decía que venía una marcha pacífica de campesinos. Entonces, ¿por qué tenían cintas amarillas en sus brazos para reconocerse en la refriega?” ¿Por qué los encintados difuntos tenían “desde 200 hasta 2.000 bolivianos en sus bolsillos”? “Bien entrenados en tácticas militares, ¿por qué disparaban al hospital, a las ambulancias? ¿Cómo es que algunos de esos muertos eran fortachones bien nutridos de casi dos metros de altura?” De hablar esos muertos, sería con acento caribeño, decía yo.
El no intervencionismo es una doctrina de la política exterior que tal vez empezó con la llamada “Doctrina Monroe” –América para los americanos– que luego daría luz verde a la intervención gringa en países del nuevo mundo, empezando por el robo del gentilicio. Un siglo después, quizá cansado de la intromisión y abuso estadounidenses, México pasó a liderar la posición no intervencionista con la Doctrina Estrada, que fundamenta el principio de no intervención porque ningún país puede juzgar, aprobar o desaprobar a otras naciones. El concepto es “la obligación de los Estados de abstenerse o intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de otro Estado con la intención de afectar su voluntad y obtener su subordinación”.
Pareciera que todos se quejan de todos de infringir el principio. Colombia y Venezuela se quejan de EE.UU; Honduras de la ALBA; China de EE.UU, Perú de Japón. La metida de pata del embajador Rocha anatemizando al candidato cocalero, que a la postre le favorecería, es un ejemplo de intromisión. Conocer la verdad sobre la masacre de Porvenir, revelaría la intromisión en asuntos internos del país por parte de Venezuela.
La verdad es joya que no encontraremos si nos atenemos a voceros del Gobierno, los cuales apelan al manido truco de apalear a la ultraderecha boliviana. Sea lo que fuere, de ser verdad lo indicado en el reportaje de Duda Texeira en ‘Veja’, explotan unas burbujas de gran tamaño en la falaz construcción de imposturas del Gobierno: ¿cuán involucrado, directa o indirectamente, está el régimen en socapar el intervencionismo extranjero para afianzarse en el poder, a despecho de la verdadera democracia? Más delicada aún es la cuestión de los vínculos de personeros del Gobierno en el narcotráfico. Por mi parte, discrepo con el policía encubierto apodado Confucio, que clama porque “los esfuerzos que hace nuestro amigo y hermano Evo para erradicar la corrupción caen en saco roto y eso puede ser utilizado por la oposición para manchar su honra”. Hallo enigmático que un mandatario vivísimo, egocéntrico y autocrático, con una veintena de doctorados honoris causa, ignore la podredumbre que pudiera existir en su entorno más íntimo.