Autonomía universitaria
Autonomía universitaria
Mario Linares Linares.- A siete décadas y más de la consolidación de la autonomía universitaria mediante referéndum y su incorporación al texto constitucional, las universidades son autónomas e iguales en jerarquía.
“La autonomía consiste en la libre administración de sus recursos, el nombramiento de sus rectores, personal docente y administrativo, la facción de sus estatutos y planes de estudio, la aprobación de sus presupuestos anuales, la aceptación de legados y donaciones, la celebración de contratos para realizar sus fines y sostener y perfeccionar sus institutos y facultades”. Este texto se mantiene desde la Constitución Política de 1938 hasta la Constitución Política del Estado Plurinacional de 2009, habiendo variado únicamente el numeral del artículo que consagra esta conquista revolucionaria de los universitarios de Charcas y de Bolivia de los años 30 del siglo pasado. Juventud rebelde y ardiente que, inspirada en parte en el “Manifiesto Liminar” de Córdoba de 1918 y motivada por los profundos cambios sociales, políticos e ideológicos en Bolivia de la primera mitad del Siglo XX, alcanzó, no sin grandes dificultades, esta calidad legal y constitucional para la Universidad. Grandiosa conquista democrática, votada en referéndum por el pueblo boliviano y, posteriormente, a mediados de siglo, complementada con otra conquista necesaria a la independencia alcanzada en 1930: el cogobierno en las casas superiores de estudio.
El trayecto universitario en estas siete décadas y más ha sido de permanente lucha por las intervenciones del poder político, a veces con el apoyo de segmentos sociales organizados y movilizados (21-05-1955) y en otras de dictaduras militares (17-07-1980) contrarias al espíritu democrático que encarna la autonomía. Pese a todo, la conciencia democrática de los universitarios, una y otra vez, se ha impuesto reconquistando la autonomía universitaria. Lo grandioso y de transcendencia histórica es que, hasta hoy, la independencia y autodeterminación de la universidad sigue incólume; no pudieron ni la intervención miliciana ni militar, anular la conciencia de libertad y democracia en el seno de la comunidad universitaria.
Sin embargo, tendremos que estar prevenidos sobre la constante tendencia del poder político para intervenir las universidades, sea por medio de la reducción de su presupuesto, o mediante la creación de un sistema universitario paralelo al cual se da mayor atención, o hasta por la intervención de los movimientos sociales, ya no como antes las milicias o los militares. De producirse, los movimientos sociales o poder político buen pretexto tendrían cuando este espacio de libertad y democracia al interior de la Universidad esté menoscabado por el deterioro de la calidad académica notorio en estos últimos años, por la presencia de camarillas y grupos de intereses no institucionales, que han considerado a la autonomía en la Universidad como el mejor “ paraguas” protector de estas prácticas contrarias a la democracia universitaria o, finalmente, la indiferencia de quienes hacen transmisión de saberes con su propia labor, en vez de hacerlo con mayor compromiso, incorporando la práctica, la investigación y la integración con la sociedad.
Habrá que estar vigilante para que, en el marco de la vida democrática universitaria, se respire permanentemente un aire de respeto, tolerancia y aceptación de la diversidad, de las aspiraciones, ideales e intereses académicos de estudiantes y docentes. En el ambiente universitario, no caben las hegemonías de ninguna naturaleza, sean grupales, políticas o personales. Porque la autonomía es el ideal de la convivencia democrática universitaria que hace de la Universidad el bastión de defensa de la libertad en su más amplio sentido, sin sumisión ni componendas, sin intereses subalternos, como reza el “Manifiesto Liminar” de Córdoba: ”La juventud vive siempre en trance de heroísmo, es desinteresada….Ante los jóvenes, no se hace mérito adulando o comprando” y la Declaración de la Federación Universitaria Boliviana de 1930, firmada por Ramón Chumacero, Enrique Vargas, Emilio Fernández, Víctor Peláez y José Saavedra Suárez: “La clase en cuyo nombre hablamos (los universitarios) quiere una patria próspera, libre de tiranías, una Bolivia propia de sus verdaderos ciudadanos, Sin Dioses en el Cielo ni Amos sobre la Tierra”.
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