Martes, 29 de julio de 2014
 

EDITORIAL

Temas tabú en la agenda electoral

Temas tabú en la agenda electoral



Esperemos que quienes aspiran a representar a la ciudadanía estén a la altura del desafío y contribuyan a enriquecer el debate sobre estos temas

Aunque el proceso electoral que culminará el 12 de octubre próximo está recién comenzando a abrirse paso entre las preocupaciones principales de la ciudadanía, los primeros indicios sobre lo que caracterizará las elecciones generales 2014 han comenzado ya a marcar algunas diferencias con relación a las experiencias anteriores.
Entre ellas, una de las más importantes es la fuerza con que han ingresado al escenario electoral algunos temas que hasta hace poco brillaban por su ausencia para tranquilidad de muchos candidatos, y también candidatas, que preferirían no tener que opinar sobre asuntos que todavía son considerados como excesivamente escabrosos. Son los famosos temas tabú.
Los temas tabú son todos los que a pesar de ser importantes entre las preocupaciones cotidianas de la gente, se los soslaya, cuando no prohíbe, del debate público por considerarse que ponen en riesgo la preservación de los hábitos y costumbres supuestamente aprobados por la mayoría de la sociedad.
Algunos ejemplos muy actuales de temas tabú en la sociedad contemporánea son la despenalización del aborto o de las drogas y la unión de parejas del mismo sexo, entre otros. En otros países, como los europeos, hay otros temas que paulatinamente van perdiendo su carácter de tabú, como la eutanasia o el reconocimiento de fórmulas familiares alternativas. En el otro extremo, se destacan los países islámicos, en los que está produciéndose un retorno hacia el amplio predominio de todo tipo de tabúes.
Bolivia ha sido hasta ahora uno de los países en los que con más tenacidad se ha excluido de la agenda pública algunos temas controversiales. Y aunque ya en años anteriores se vieron los primeros atisbos de esos asuntos en el debate electoral e incluso constitucional, lo hicieron tan tenue y solapadamente que no llegaron a intranquilizar a quienes más les temen.
Ahora, todo parece indicar que esa situación cambiará profundamente. Y no sólo porque durante los últimos años, muy a pesar de los esfuerzos hechos para impedirlo, temas como las relaciones entre personas del mismo sexo, la despenalización del aborto y de las drogas han ido abriéndose camino en la agenda pública, sino porque es la misma sociedad, sobre todo en sus segmentos más jóvenes, la que ya los ha incorporado a sus preocupaciones cotidianas y nadie que pretenda algún nivel de liderazgo puede dar la espalda a esa realidad.
Una pequeña muestra de la importancia que ese fenómeno –relativamente nuevo entre nosotros pero ya muy común en otras latitudes– es que aunque todavía estamos en los prolegómenos de una nueva contienda electoral ya se nota la diferencia.
Está muy bien que así sea, pues de ningún modo es aceptable que temas tan importantes sigan siendo eludidos. Y tampoco es posible, pues en la sociedad contemporánea, a no ser que esté regida por algún tipo de dictadura política o religiosa, ya no hay manera de eludir la necesidad colectiva de afrontar asuntos que ya no caben en los estrechos límites de creencias y tradiciones correspondientes a otros tiempos.
Esperemos, pues, que quienes aspiran a representar a la ciudadanía, sea desde el Órgano Ejecutivo o del Legislativo, estén a la altura del desafío y contribuyan a enriquecer y no a eludir un urgente debate colectivo.