Una experiencia para compartir
Una experiencia para compartir
Gastón Solares Ávila.- El pasado domingo 27 me propuse realizar un circuito turístico improvisado para deleite de dos distinguidas damas que visitaban nuestra bella ciudad, tan llena de encantos, precisamente, por concentrar una riqueza que la hace tan singular y tan apreciada especialmente por gente extranjera, o por la nacional que conoce otras ciudades patrimoniales y que tiene, por tanto, la capacidad de efectuar comparaciones en las cuales Sucre saldría ganando, si acaso la supiéramos conservar manteniendo sus características históricas.
El recorrido tenía como primer destino el Palacete de La Glorieta, en cuyo ingreso tuvimos la primera sorpresa. Un celoso guardia nos paró enérgicamente en una especie de garita indicando que no había parqueo dentro y que deberíamos dejar el vehículo afuera e iniciar una caminata de aproximadamente 200 metros en pleno sol y en pésimo terreno, sobre todo para los tacos de las damas que no estaban preparadas para visitar un “castillo”, que todavía mantiene la senda que recorrían los caballos medioevales.
Como no había lugar para dejar el vehículo ya que los únicos espacios exteriores estaban ocupados por otros dos que se nos habían adelantado, nos quedamos sin visitar uno de nuestros principales atractivos. Ojalá a alguien se le ocurriera establecer un parqueo interno, pagado y controlado, así como una caseta de información a la entrada para conocer horarios, costos de guías, posibilidades de visita al Centro de Convenciones y otros datos relacionados con la zona. Tuvimos que limitarnos a contemplar el paisaje desde la curva superior del camino, desde la cual se puede apreciar la belleza de la torre octogonal, con su mirador cubierto de cristales y parte de su cuerpo bizantino.
Seguimos viaje hacia Yotala, bella y tradicional villa llena de encanto. La segunda sorpresa fue encontrarnos en una segunda garita y una cola de varios vehículos que hacían turno sin saber para qué. Por fin llegó el control que exigía “extintor y botiquín”. De nada sirvió la explicación de que no estábamos de viaje, sino de visita de menos de media hora a Yotala. En menos de que cante un gallo se acabó el control y todos pudieron pasar el “control” sin extintor, sin botiquín, sin luces de prevención y sin frenos. Total ya se cumplió con la orden superior.
En Yotala fue la segunda sorpresa, las calles parecían bombardeadas pero por una buena causa, pues estaban instalando gas domiciliario lo que es absolutamente positivo, pero lo negativo es que ahí no había policía de ninguna clase y el tráfico, en calles destruidas, era un caos: vehículos contra ruta, peleas en las esquinas; es decir, sálvese quién pueda aplicando la ley del más fuerte, o del más grande.
La aventura tuvo un momento de relax increíble, gracias a la “Floresta”, excelente restaurante ubicado a 12 kilómetros de Sucre, donde nuestras turistas degustaron la delicia de los picantes chuquisaqueños. El tour terminó en Sucre, en el Parador “Santa María”, un hotel digno de la Capital Boliviana, en el que en cada recodo se aprecia la maravilla de lo que es la restauración, ese ejemplo que todos deberíamos seguir para mantener, precisamente, lo que Sucre requiere para recuperar su esplendor para que la riqueza que genera el turismo, beneficie a todos los que han nacido en esta bendita tierra o a aquellos que la han elegido para vivir.
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