Miércoles, 30 de julio de 2014
 

DE-LIRIOS

Los mismos

Los mismos

Rocío Estremadoiro Rioja.- Hace unos días pasé por la Casona Mayorazgo, en Cochabamba, donde hay una exposición fotográfica y hemerográfica sobre las dictaduras militares en Bolivia. Buena iniciativa, porque tal vez dicho material refresque un poquito la memoria a la población de un país en el que fácilmente y en poco tiempo se olvidan los desmanes del poder.
Entre otras, recoge aquella famosa imagen en la que Banzer aparece secundado por Víctor Paz Estenssoro del MNR y Mario Gutiérrez de la FSB, partidos que, al ser enemigos históricos, coincidieron en apoyar la primera dictadura sudamericana amparada en la “Doctrina de Seguridad Nacional” de la década de 1970. Recordemos que con ambos partidos, Banzer pretendió darle un cariz de apoyo político-civil a su régimen autoritario, arguyendo que tenía el respaldo de los “sectores mayoritarios de Bolivia, esencialmente nacionalistas y cristianos”. Así, las dos organizaciones políticas se trastocaron en cómplices de la serie de violaciones a los derechos humanos, del pésimo manejo de la economía y de la escandalosa corrupción que caracterizó a ese gobierno, eso antes de que se generara un autogolpe y fueran echados de las filas del totalitarismo en 1974.
Por todo ello, era ilógico que algunos componentes del MNR “unificado” (incluyendo la facción de Paz Estenssoro), se rasgaran las vestiduras hablando contra los autoritarismos, siendo que ese partido proporcionó algunos de los hombres más fieles al “banzerismo”, tal es el caso de Guillermo Fortún y de Alfredo Arce Carpio. Sin embargo, en un país sin memoria, por supuesto que esta retórica pasó como coherente.
Algo similar ocurrió cuando se cruzaron los ríos de sangre y el MIR, partido cuyo embrión se gestó durante la efervescencia revolucionaria entre 1970 y 1971 y que acabó de nacer en plena represión y persecución militar, se alió con Banzer y sus esbirros. Se conformó el Acuerdo Patriótico, lo que después posibilitó que el otrora déspota, el mismo que aseguraba hablar con un Dios “nacionalista” y que instaba a los campesinos para que mataran a los “comunistas”, se convirtiera en el “dictador elegido”, como dice Martín Sivak.
Igual que en Chile, incluso tuvimos que presenciar el indignante espectáculo de un exdictador sepultado con homenajes y honores y sin que haya respondido por uno solo de los delitos que se le imputaron. Se confirmó el precio altísimo de la transición democrática que en América Latina se tradujo en el entierro parcial o total de la memoria histórica a nombre del “perdón”, la “concertación”, la “reconciliación” o el pragmatismo. En Bolivia se intentaron saldar las culpas encerrando –y en cárcel de oro– a uno de los tiranos, pero enalteciendo y premiando al principal, porque, finalmente, el régimen delincuencial de García Meza, no fue más que la continuación del banzerato.
Lo peor es que hoy podemos ver cómo pululan entre las candidaturas de oficialismo y oposición los mismos que, ya sea de frente o soterradamente, apoyaron las dictaduras o fueron partícipes del insulto a la justicia que significó la elección democrática de Banzer. Me refiero, por un lado, a muchos ex integrantes de los llamados “partidos tradicionales”, que, ante su caída y desprestigio desde el 2003, conformaron nuevas fuerzas políticas que cada comicio cambian de sigla, pero no de líderes y menos de praxis. Por otro, están los más “vivos” que supieron arrimarse al carro ganador, es decir, los numerosos militantes del MAS muy bien “reciclados”, adivinen de dónde.