EDITORIAL
Israel, Palestina y los fundamentalismos religiosos
Israel, Palestina y los fundamentalismos religiosos
Los focos de violencia religiosa que se están multiplicando en todo el mundo deben ser aquilatados en su justa dimensión
La feroz ofensiva que el gobierno de Benjamín Netanyahu ha desatado contra el pueblo palestino que vive concentrado en la franja de Gaza, con un despliegue bélico que por lo desproporcionado que es ha causado el rechazo de casi toda la comunidad internacional e incluso de una porción cada vez más grande de israelíes y judíos de todo el mundo, se ha ganado ya un lugar destacado entre las páginas más negativas de la historia contemporánea del Estado de Israel.
Hasta ahora, y a pesar de que la campaña todavía está lejos de haber llegado a su fin, el saldo en términos militares es abrumadoramente favorable a Israel. Muy diferente, diametralmente opuesto incluso, es el resultado que arroja la Operación Margen Protector en otro campo de batalla, el que se libra en la opinión pública mundial. En los ámbitos diplomáticos, la ferocidad con que la ultraderecha encabezada por Netanyahu ha optado por los medios bélicos, y la arrogancia con que ha despreciado las fórmulas diplomáticas durante los últimos años, ha llevado a Israel a un nivel de aislamiento que no había sufrido ni en los peores momentos de su lucha por su consolidación estatal desde 1948.
En el frente interno, la política de Netanyahu está también causando gravísimos daños a la cohesión del pueblo israelí. Como nunca antes, la unidad, que fue hasta ahora su principal fortaleza, está resquebrajándose al mismo ritmo al que se multiplican dentro y fuera de Israel los cuestionamientos sobre la legitimidad de los métodos empleados por los sectores más radicales que actualmente gobiernan.
Sin embargo, y a pesar de lo graves que son las pérdidas que está sufriendo el prestigio de la causa israelí ante los ojos del mundo, hay algunos efectos aún peores. El principal de ellos es que la operación Margen Protector ha desplazado a un plano muy secundario a otras batallas que se están librando a lo largo y ancho del mundo islámico.
Mientras la atención del mundo se concentra en la Franja de Gaza, se pierden de vista, por ejemplo, las atrocidades que simultáneamente están cometiendo las milicias sunitas –tan radicales y fanáticas como la palestina Hamás, también sunita– que en nombre de un califato asentado en parte de Irak y Siria han impuesto un régimen de terror sobre más de 1.700.000 personas que viven en esos territorios. Entre las atrocidades que se están cometiendo ante la indiferencia del mundo está, por ejemplo, la masiva ablación genital a la que están siendo sometidas miles de mujeres comprendidas entre los 16 y los 49 años o las persecuciones de cristianos y todos quienes practiquen cualquier religión diferente a corriente sunnita del islamismo.
En esas circunstancias, lo menos que puede esperarse es que los focos de violencia que no dejan de expandirse a lo largo y ancho de todo el Medio Oriente y el mundo islámico, y no sólo en Israel, sean aquilatados en su justa dimensión y no se subestime lo peligrosa que puede llegar a ser, como lo enseña la historia, la explosión de cualquier forma de fanatismo religioso.
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