Domingo, 3 de agosto de 2014
 
Tomen y coman

Tomen y coman

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- ¿Cómo nos imaginamos a Dios? A veces es frecuente imaginarnos a Dios sentado en su trono, indiferente a nuestras preocupaciones y anhelos, a lo sumo dispuesto a concedernos una sonrisa de conmiseración si logramos atraer su atención y hacer suficientes méritos como para que se nos disculpe por perturbar su paz eterna. ¿Acaso no afirmamos en el credo que Cristo está sentado a la derecha de Dios Padre? Pero no, Dios no es así. Dios mismo prepara con gran amor el gran banquete de la vida, el de la gracia, el de la eucaristía... Dios es alegre y cariñoso e interviene en nuestra vida desde la creación hasta siempre, hasta llegar al final y vivir para siempre.
En el profeta Isaías, primera lectura de hoy, apunta el profeta cuál es el alimento verdadero: “¿por qué gastas el dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura?” El profeta no habla de la Palabra y de la alianza que nos ofrece Dios. La metáfora de la comida y de la bebida es apropiada para hacer comprender los otros bienes que nos regala Dios: su amor, su amistad, cercanía, su gracia, su perdón; como hizo tantas veces Cristo que utilizó el ambiente de una comida, o a veces la imagen de la misma, para proclamar el perdón y la salvación.
Cristo nos llama a que nosotros demos de comer a los demás. De los apóstoles nació la idea de que la gente estaba cansada y hambrienta. Ellos no tenían plata para resolver el problema. Lo fácil era despedir a la gente y que se la viera por sí misma. Para Jesús esto no era lo correcto. Para poner a prueba a los discípulos les dijo: “Denles usted de comer”. Jesús es quien resuelve el problema con la maravillosa multiplicación de los panes. Pero Jesús no hizo esto solo. No todo lo provee Cristo. El milagro parte de los panes y peces que tiene un muchacho. Está aquí una gran enseñanza, la de saber compartir lo poco que tengamos. Hoy también quiere salvar el hambre y la sed de tantas personas de la humanidad contando con nosotros.
El evangelio de hoy comienza mostrándonos a Cristo que busca la soledad para estar con su Padre. Jesús sentía la necesidad de desahogar su corazón en el diálogo con su Padre. Pero Jesús se ve solicitado más y más por la gente. Jesús dejó este deseo para responder al reclamo de los que le solicitaban. Una gran enseñanza para todos, dejar una práctica piadosa para atender las obras de misericordia, de solidaridad.
En nada lo provee todo Cristo. Dios ha querido que seamos responsables de lo poco o mucho que tengamos poniéndolo al servicio de los demás. Sigue en firme la orden: “Denles ustedes de comer”. Los apóstoles reciben los panes y los peces y se los reparten a la gente. ¡Con tan poco hizo Jesús tanto! En la vida de cada día nos vemos en situaciones parecidas. Dios nos pide que seamos buenos, guardemos los mandamientos, formemos un hogar cristiano, que tomemos un nuevo rumbo en la vida. Dios nos llama a evangelizar, tantas veces lo repite el Papa Francisco. Evangelizar a todos nuestros vecinos, parientes, compañeros de partido político. A algunos esto les parece imposible. Será imposible si lo queremos hacer solos, sin partir de la oración, el estudio de la fe cristiana leyendo el catecismo para cumplir el mandato de Cristo.
San Pablo, en la segunda lectura de este domingo, carta a los Romanos 8,35.37-39, nos dice que nada ni nadie nos puede separar del amor de Cristo. Este amor de Cristo puede entenderse tanto del amor que Cristo nos da y nos tiene como el que nosotros le tenemos a él y aún de nuestros amores humanos, consagrados por la gracia de Dios. El desafío es amar de tal forma que nuestro amor, sea signo e instrumento del amor de Cristo a nuestro prójimo.
La escena de la multiplicación de los panes se actualiza en cada eucaristía, en cada matrimonio que crece y fructifica en familia. Especialmente en la eucaristía los cristianos tenemos más suerte que los que comieron los panes multiplicados por Cristo. En toda eucaristía podemos recibir el sacramento admirable del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Cristo se da como palabra; él es nuestro Maestro que nos señala el camino que debemos seguir y él se da como alimento de vida eterna. Él nos ha dicho y nos sigue diciendo: “TOMEN Y COMAN, ESTO ES MI CUERPO”. Estas palabras no han sido tomadas con seriedad por los cristianos en su mayoría. Jesús sabía que el seguirle iba a ser difícil y que como el pueblo de Israel necesitaríamos del alimento de su CUERPO Y SANGRE.