EDITORIAL
Argentina y su negación de la realidad
Argentina y su negación de la realidad
En Bolivia parece haberse impuesto una actitud similar a la que rige en Buenos Aires que consiste en negar la realidad o por lo menos minimizarla
Una vez más, tal como lo viene haciendo con asombrosa periodicidad cada cierta cantidad de años, Argentina ha vuelto a caer en una grave crisis económica como directa consecuencia de los desaciertos de sus gobernantes. Es que tanto los actuales –los que pasarán a la historia como exponentes de la “era Kirchner”—como sus antecesores, tomaron tan malas decisiones económicas que ahora el pueblo argentino tendrá que asumir las consecuencias, independientemente de quién sea su próximo gobernante.
Es verdad, como no se cansan de reconocer los más serios analistas económicos, que no toda la culpa recae sobre el gobierno actual. Es que los famosos “fondos buitre”, que han encontrado en la deuda argentina una muy buena oportunidad para darse un festín son una de las más descarnadas manifestaciones de los extremos a los que está llegando en el mundo actual la codicia desenfrenada y la falta de límites con que los capitales especulativos se mueven en los mercados financieros y ese es un peligro que se cierne no sólo sobre Argentina sino sobre la economía global.
En ese contexto, y dados los antecedentes del caso, es todavía mucho lo que se puede especular sobre el grado de responsabilidad que corresponde a las partes involucradas. Lo que no se podrá poner en duda, por lo evidente que es, es la notable ineptitud con que quienes manejan la economía argentina afrontaron, o eludieron más bien, el actual problema que ya se veía venir.
En efecto, basta ver la tozudez con que aún hoy el Gobierno argentino se empeña en negar la realidad para comprender que la irresponsabilidad de sus gobernantes es en este como en muchos otros casos un factor decisivo a la hora de explicar las dificultades de una de las economías más favorecidas por las circunstancias internas y externas.
Una muestra de esa actitud es la indiferencia oficial ante las señales de alarma que sin cesar dan desde hace ya muchos meses todos los indicadores de la economía. La inflación, el desempleo, el estancamiento de su sector manufacturero, su creciente dependencia de las exportaciones no tradicionales, entre muchos otros síntomas de debilidad que se acumulan sin cesar, son vistos por los gobernantes como resultado de una especie de confabulación internacional para evitar que Argentina, guiada por sus gobernantes, logre consumar su destino de potencia mundial.
Ahora, la versión oficial atribuye todas sus dificultades al capitalismo transnacional, al imperialismo norteamericano y a la complicidad de todos los gobiernos que no se apoyan sus quejidos. Así, el victimismo, que ya es toda una tradición argentina, ha vuelto a ser elevado a la categoría de máximo referente ya no sólo de su política exterior sino también, y eso ya es mucho más peligroso, de su política económica.
Mientras eso ocurre, todo el mundo, pero sobre todo los países que más vínculos económicos tienen con Argentina, ven con temor los previsibles efectos multiplicadores de su crisis. En Bolivia, lamentablemente, parece haberse impuesto una actitud similar pues hay cierta tendencia a minimizar los efectos del default sobre nuestra economía. Grave error si se considera cuán dependiente de nuestros vecinos es la salud de la economía nacional.
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