Sábado, 9 de agosto de 2014
 

EDITORIAL

Nueva apuesta por la paz

Nueva apuesta por la paz



La semilla de la esperanza está sembrada en Colombia y para que dé sus frutos hace falta que dentro y fuera de Colombia se cuiden los acuerdos

Probablemente en muy pocas oportunidades se ha desatado una oleada de optimismo en una posesión presidencial como ha ocurrido en Colombia, durante el acto en el que el presidente Juan Manuel Santos ha comenzado una segunda gestión.
Es que entre quienes están interesados en el derrotero de esa nación, dentro y fuera de ella, está presente la importancia de que en ese país hermano pueda concretarse la paz de manera que, luego de más de medio siglo de confrontación en su historia contemporánea, pueda abrir una etapa de pacífica convivencia.
Así lo ha expresado el reelecto mandatario, quien ha sido claro en que la paz, en todo caso, no sólo es un acuerdo entre partes, sino que debe existir una voluntad para construirla, y que en esta tarea todos los colombianos deben comprometerse. Confiado en la capacidad de ese país de mantener datos estadísticos positivos pese a la guerra interna, Santos se animó a vaticinar que con los recursos destinados a la guerra que serán transferidos a educación y salud, Colombia puede convertirse en la nación más desarrollada de la región. De hecho, Santos ha asegurado un importante apoyo al sector rural y la educación y se ha comprometido a impulsar un proceso de desarrollo integral.
Desde otro enfoque, la presencia de importantes delegaciones presidenciales y todas apoyando al mandatario en su decisión de buscar y construir la paz, le ha dado a este mandatario un espaldarazo que seguramente los dirigentes de las dos guerrillas deberán tomar en cuenta porque significa que su viabilidad como tal es imposible. Incluso gobiernos que les dieron un relativo apoyo han comprendido que si las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) no apuestan también por la paz quedarán en completo aislamiento.
En ese contexto, llama la atención la tozudez con que el ex mandatario de ese país Álvaro Uribe, sus adláteres y quienes en la región lo apoyan, mantienen una retórica guerrerista que no se compadece del ansia de paz de la mayoría colombiana, ratificada en el voto y demostrada en el acto que se comenta. Y asombra aún más que esa reprochable actitud finalmente coincida con los sectores más radicales de las guerrillas que han hecho, finalmente, de la guerra una forma de existencia.
Es contra esos extremos que Colombia y los países de la región que creen en la paz deben luchar, sin dar tregua alguna, más aún en los meses que siguen, cuando las delegaciones del gobierno y de las FARC, que se reúnen en La Habana, Cuba, deben abordar dos temas cruciales como son el resarcimiento a las víctimas de la guerra y la incorporación de los dirigentes guerrilleros en la vida política legal. Y si como en los anteriores puntos se cierran acuerdos, lo que sigue será la convocatoria a un referéndum para que sean los colombianos los que aprueben o no los pactos alcanzados.
La semilla de la esperanza está sembrada y exige que en Colombia y fuera de ese país la cuiden celosamente.