RAÍCES Y ANTENAS
Los anabólicos y el mal del tordo
Los anabólicos y el mal del tordo
Gonzalo Chavez A..- Todo 6 de agosto tenemos el discurso-informe a la nación de circunstancia. El libreto es el mismo hace ocho años y siempre tiene una intencionalidad electoral. La administración Morales gobierna haciendo campaña constante. Es una estrategia política que funciona. El formato también se repite, es como una propaganda para bajar de peso. Antes la oscuridad neoliberal, una economía flacuchenta. Después de la dieta del proceso de cambio, una economía atlética y musculosa.
La comparación más frecuente es la tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB), cuyo promedio en el periodo 2006 – 2013 fue 5%, En cuanto en la lobreguez del pasado pro mercado –que para los que preparan los gráficos comparativos en el árbol del poder duró entre el 1998 y 2005– sólo llegó al 2.9%. Ergo, está demostrada la superioridad del nuevo modelo económico. El cotejo está hecho para impresionar a la barra brava, pero no resiste un análisis estadístico, porque compara el peor contexto internacional de los últimos años con el mejor periodo de vacas gordas. Es una muestra de cocina ideológica y no un uso racional de los datos. Los consistente sería comparar periodos de la economía boliviana donde se registraron bonanzas externas similares. En los años setenta (1973 – 1977) y en el periodo 1994 – 1998, por ejemplo. En el primer caso, el promedio del crecimiento fue de 5.75%. En el segundo, el PIB promedio subió en 4,7 %. Así que todavía nada nuevo ni significativo bajo el sol en términos de crecimiento.
Los siete años de dictadura Banzerista también fueron presentados por los seguidores del régimen como un periodo de oro y guardan varias similitudes con la actualidad, además del espectacular contexto externo. Señalemos algunas: la sobredosis de mensajes patrioteros y grandilocuentes en torno a obras de infraestructura, el culto a la personalidad, la entrega de bonos, el interés por perpetuarse en el poder, la relación y control corporativo de organizaciones sociales, y el modelo nacionalista y desarrollista que entiende progreso como carreteras, electrificación y propuestas de industrialización en base a los recursos naturales. Ya decía el compañero Lenin: Socialismo es Soviets más electrificación. Pero también hay grandes diferencias. Felizmente, ahora vivimos aún en democracia, existen libertad de prensa y opinión y estamos camino a unas elecciones. Creo que todos apreciamos estos cambios, pero esperamos que el modelo económico se libere del desarrollismo nacionalista tan dependiente de los recursos naturales.
Como en los anteriores periodos áureos de la economía boliviana, desde 2006, el país vive de los anabolizantes internacionales. A la economía se le inflaron los cachetes y la panza gracias a los gases de la Pachamama pero no tiene ninguna musculatura productiva diversificada. En concreto crecieron tres sectores de exportación (gas, minerales y soya), y su correlato interno fue la hipertrofia de los servicios (restaurantes y bancos), el boom de la construcción y el comercio, legal e ilegal. Técnicamente, tenemos la enfermedad holandesa, en una traducción popular diría que nos dio el mal del tordo, las piernas flacas (sin tejido industrial diversificado) y aquello gordo, gracias a los anabólicos externos Obviamente, en el discurso oficial, la fabulosa bonanza externa no tuvo nada que ver con el auge económico boliviano. De nada sirvió que el precio del gas natural haya pasado de 1 a 10 dólares, que los precios de los minerales se hayan multiplicado por 10, aunque ahora hayan retrocedido un poco.
En la épica oficialista, el milagro económico es resultado de la nacionalización y otras medidas. Y cuando se afirma que el éxito económico actual tiene que ver mucho con el choque de ingresos externos positivo vinculado al incremento de los precios de las materias primas, desde el árbol del poder responden que esto no es cierto, que la turbina de la demanda interna también fue activada por el gasto e inversión públicos elevados, lo cual es parcialmente correcto, pero cabe recordar que la gasolina, para el funcionamiento del motor doméstico, también proviene del sector externo. El fisco boliviano recauda más del 50 % de sus ingresos de las exportaciones del sector de hidrocarburos. Además, el crecimiento fabuloso del gasto e inversión pública es uno de los orígenes de una también gigante burbuja de consumo. El 80% de los bolivianos trabaja en el sector informal fuertemente vinculado al comercio y los servicios. Nunca se abrieron tantos supermercados y restaurantes. Asimismo, por cada dólar que ingresa al país de exportaciones o remesas, 85 centavos se van en importaciones. La economía boliviana está tremendamente abierta como manda el credo neoliberal que el Gobierno dice combatir. Un día los anabólicos desaparecerán o disminuirán, entonces el queque se desinflará y como no se han trabajado las piernas productivas, la economía volverá a tambalear.
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