EDITORIAL
Urkupiña, síntesis del sincretismo nacional
Urkupiña, síntesis del sincretismo nacional
Esta festividad es la máxima expresión del mestizaje cultural y eso es más que suficiente para comprender la creciente vitalidad de la que goza
Una vez más, como ocurre todos los años con una intensidad que confirma el lugar principal que la festividad de Urkupiña ocupa en abigarrado tejido cultural de nuestro país, a partir de hoy Quillacollo será el centro de la actividad religiosa, folclórica, económica y social. A todo lo anterior, este año se suma la participación protagónica de quienes aspiran a ocupar algún cargo electivo y aprovecharán su devoción a la Virgen María para, de paso, ganar las indulgencias de los potenciales electores.
En medio de tan variado despliegue de las más diversas actividades, la dimensión estrictamente religiosa de la festividad se hace cada vez más difusa, confundida en medio de manifestaciones y ritos que se apartan cada vez con más franqueza de las tradicionales formalidades propias del culto católico.
Sin embargo, y a pesar de lo singular que es la magnitud que esta festividad ha llegado a adquirir con el transcurso de los años, lo que ocurre en Urkupiña no es una excepción. Es, más bien, la más nítida expresión de la simbiosis entre las muchas formas de religiosidad precolombina y la que llegó a estas tierras hace más de 500 años. Es la máxima expresión del mestizaje cultural y eso, por encima de cualquier otra consideración, es más que suficiente para comprender la vitalidad del culto que se rinde a la Virgen María, entronizada por la doctrina católica.
Como no podía ser de otro modo, tan compleja manifestación de diversidad cultural no resulta fácilmente comprensible ni aceptable para quienes desde uno u otro punto de vista quisieran algo más de pureza en cada uno de los elementos que al mezclarse pierden su condición natural. Quienes quisieran ver en Urkupiña los rastros de las teogonías precolombinas quisieran menos presencia eclesial y, viceversa, quienes ponen énfasis en los aspectos doctrinarios de la fe lamentan no poder expurgar la fiesta de los muchísimos elementos paganos que la componen y enriquecen.
Sin embargo, y tal como lo demuestra la evolución de este fenómeno cultural y religioso, no son los deseos de las autoridades políticas, religiosas ni mucho menos las elucubraciones antropológicas provenientes del ámbito académico los que imprimen su sello y marcan la dirección hacia la que evoluciona la festividad.
Una de las muchas maneras como se manifiesta esa tensión entre diferentes visiones, deseos y voluntades, es la dificultad para fijar los límites que separan lo lícito de lo ilícito, lo que está permitido hacer de lo que no. Un buen ejemplo de lo dicho son las negociaciones mediante las que todos los años, poco a poco, se van fijando los límites al consumo de alcohol. Nadie sale conforme, pero siempre se pactan términos para todos aceptables. No se llega al extremo de privar de bebidas espirituosas a quienes desean consumirlas, pero tampoco se deja la vía libre a los excesos.
En ese contexto, tiene especial significación la decisión de construir una monumental escultura de la Virgen de Urkupiña. La idea es que tenga tantos metros de altura como sea necesario para que supere tanto al Cristo de la Concordia como a la Virgen del Socavón de Oruro. Todo un reto para autoridades civiles y eclesiásticas.
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