COLUMNA VERTEBRAL
Bolivia - Perú, recordando un acuerdo
Bolivia - Perú, recordando un acuerdo
Carlos D. Mesa Gisbert.- La grave crisis política generada en 2003, con su vértice en las movilizaciones alteñas cuya bandera unificadora fue “No a la venta de gas por Chile ni a Chile”, marcó de manera definitiva la política económica internacional energética de Bolivia.
Tras el éxito incuestionable del Referendo de julio de 2004, nos pusimos manos a la obra para hacer viable el gran proyecto de exportación de nuestro gas por el Pacífico (sobre la información que hoy se sabe estaba completamente errada, de unas reservas probadas de 24 trillones de pies cúbicos). Para ello trabajamos intensamente con el gobierno del Presidente Alejandro Toledo en la concreción de un acuerdo bilateral que definiera claramente el puerto de exportación. Esa intención se viabilizó en los Acuerdos que firmamos en 2004 (hace exactamente diez años), el 3 de agosto en Ilo y el 4 de agosto en Lima.
No me cabía la menor duda de que el puerto debía ser peruano y en concreto debía ser Ilo. La primera razón era práctica, políticamente pensar en un puerto chileno era en ese momento inviable si la cuestión de la soberanía no se resolvía previamente, pero la segunda y más importante en la que siempre he creído, es que sólo un acuerdo sólido y efectivo entre Perú y Bolivia que cambiara el desarrollo sur peruano y occidental boliviano, con un negocio multimillonario (entre 5.000 y 7.000 millones de dólares) como el de exportación de gas a México y Estados Unidos, que comprometiera las reservas de ambos países (hoy el escenario nada tiene que ver con el cuadro de entonces), cambiaría geopolíticamente las cosas con el tercero en juego. Si el proyecto se concretaba, nuestra posición frente a Chile variaría totalmente y permitiría un escenario muy diferente.
Los cálculos comparativos de costos de transporte del gas entre un puerto chileno y un puerto peruano, el mejor argumento contra el peruano, ya que la distancia entre los campos bolivianos e Ilo era tres veces mayor que la existente entre esos campos y Patillos en Chile, se desmoronaron en el primer semestre de 2005, cuando el alza de los precios internacionales de crudo rompió esa barrera. Lo ocurrido después con los precios convirtió el tema del costo adicional del gasoducto y las condiciones del puerto en una anécdota. Los mencionados precios amortizaban no uno, sino hasta tres gasoductos equivalentes, descontando el efecto de “riego” de energía de ese tubo entre Tarija e Ilo.
La otra cuestión, el carácter competitivo y no complementario de Bolivia y Perú por ser ambos productores de gas, perdía sustento dada la naturaleza de la demanda de México, pero sobre todo de Estados Unidos (California), en un momento de crecimiento exponencial del cambio de matriz energética mundial hacia combustibles limpios (gas natural). Es obvio que con el nuevo sistema de cracking en EEUU y las nuevas reservas peruanas, toda esa lógica se desmoronó marcando una realidad muy distinta a la que encaré en 2004.
Los fuertes intereses empresariales y políticos en juego boicotearon el acuerdo. El lobby transnacional petrolero y los nexos políticos de ese lobby, sobre todo en Perú, ejercieron presión para no avanzar en la dirección correcta. En Bolivia el bloqueo sistemático a nuestro proyecto de Ley de Hidrocarburos, que debió estar aprobado a más tardar en octubre de 2004 considerando que el Referendo vinculante de ejecución inmediata se había realizado en julio, nos impidió impulsar una rápida ratificación del acuerdo. Cuando la Ley se promulgó en mayo de 2005, además de su más que deficiente contenido técnico, mi situación política no nos permitía encarar el proyecto exportador con el impulso necesario.
Es bueno subrayar, sin embargo, que el contenido del acuerdo binacional visto integralmente, ratificó una voluntad geopolítica, fortaleció los logros del Acuerdo Fujimori-Paz Zamora de 1992 sobre Ilo y estableció un marco referencial de un acuerdo binacional, el segundo de la historia entre los dos países, que iba más allá de un TLC tradicional y que se puede considerar modélico en los tratados de integración entre dos naciones en el ámbito latinoamericano. Abarca temas del más amplio espectro de mutua cooperación, entre los que se puede considerar comercio, energía, libre tránsito de personas, temas aduaneros y otros mucho aspectos. El Tratado fue ratificado por el Congreso del Perú en 2007, estableciendo una hoja de ruta cuya vigencia en la mayoría de los temas es un referente en la relación histórica entre Bolivia y Perú.
El intelectual peruano Alfredo Barnechea escribió un artículo en la prensa peruana a los pocos días de mi renuncia. Lo cerró así: “Carlos Mesa era sin duda el hombre para hacer algo inteligente en esta situación, pero su país no lo acompañó. Para Perú, su salida es una calamidad. Pero lo es todavía más para Bolivia misma. Porque Carlos Mesa era un faro de racionalidad, además de decencia, en medio del extravío”.
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