DÁRSENA DE PAPEL
Robin Williams y el destino del suicida
Robin Williams y el destino del suicida
Oscar Díaz Arnau.- Naturalmente “bueno”, un ser querible a la primera mirada, ¿cómo no vamos a estar tristes? No importa si él ni siquiera sabía de nuestra existencia, a veces, muchas veces, conviene soñar. Al fin y al cabo, como nos dejó dicho en una de sus películas, “solo al soñar tenemos libertad”.
Yo era apenas un niño cuando supe de él y por entonces su personalidad actuaba en mí como un imán, porque todos los días encendía la televisión a la misma hora y me dejaba llevar a otro planeta gracias a sus feraces ocurrencias. Yo, solo quería ver la entrada en escena de Mork, que haciendo dupla con Mindy derrochaba mucho más que hiperactividad y por eso, y por esos misterios del genio actoral, establecía un contacto etéreo conmigo, atravesando el vidrio de la pantalla todavía en blanco y negro.
Él sí era originario de otro planeta y se movía como un robot y siempre hablaba a solas con un tal Orson, a quien daba cuenta de sus novedosas experiencias en la Tierra. Yo solamente esperaba que formase una tijera, separando los dedos índice y mayor del anular y el meñique, para saludar como él sabía hacerlo: con un “neno-neno”. Mork & Mindy era la típica comedia norteamericana en la que los actores hacen una broma y esperan las risas grabadas antes de seguir adelante con el guion.
Después, en La sociedad de los poetas muertos me ilusionó con un maravilloso mundo de mentira, con la calidad y la calidez del maestro que enseña a corazón abierto. Tuve que esperar un tiempo para saber que este hombre tenía el don de enamorar con la personalidad; lidiando con la adolescencia no podía imaginar que la vida corre a su ritmo, que uno detecta luces, señales de la verdad de las cosas, cuando los años pasan o cuando la gente se muere.
Todos vamos a morir algún día. Solo que algunos deciden adelantarse. Entonces, surgen las incomprensiones producto de nuestra infinita capacidad de no entender, de no saber. ¿Era ese su destino? ¿Existe el destino? El suicida, ¿es un cobarde? O, no yendo tan lejos: ¿Cómo alguien que destilaba amor, que infundía optimismo a raudales, que generalmente hacía reír, pudo ser capaz de hacer lo que hizo dejándonos a todos con la aterradora sensación de incredulidad para lo que nos queda por andar?
Un hombre preocupado por la sonrisa de los demás no es, precisamente, una norma en el egoísta y despersonalizado mundo de hoy. Y sin embargo, había en él la mirada que oculta ese “no sé qué” de los ojos del payaso (de ahí, quizá, la vieja sospecha —alimentada por la lágrima blanca derramándose en el rostro— de la tristeza del payaso). Esto se patentizó en Patch Adams: no tanto actor, personaje, sabía Robin Williams hacernos llorar tanto como reír.
Los demonios no pueden ser más injustos atormentando siempre a los más sensibles. A los dulces que humedecen los ojos de gente completamente desconocida y traspasando mágicamente el vidrio de la pantalla, por fin, a colores. Injustos con nosotros, que encendemos el televisor todos los días y la apagamos al rato porque Mork no viene a rescatarnos de la Tierra. El infierno, a veces, muchas veces, está aquí; soledad, tristeza, drogas, alcohol, depresión... ¿hasta dónde puede aguantar un espíritu débil?
Y un día el Hombre bicentenario se cansó de seguir viviendo... Acá, los que no sabemos nada, decimos: “no le encontró más sentido a la vida”. Naturalmente bueno, un ser querible a la primera mirada, ¿cómo no vamos a estar tristes?
Y mientras tanto, el mar trae una caricia para el alma de los soñadores desprotegidos. El mensaje de la botella dice que a las costas españolas una bebé, “Princesa”, llegó sola (sí, sola) en un bote inflable…
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