DESDE EL FARO
Gajes de campaña y porcentajes enigmáticos
Gajes de campaña y porcentajes enigmáticos
Erika Brockmann Quiroga.- En el reino tradicional del marketing político resulta electoralmente incorrecto sincerarse con temas altamente sensibles para el interés estratégico del país. El riesgo de perder votos es inminente. Y es que en la competencia por maximizar la captura de votos se concede importancia superlativa a la “imagen” y a modelar “la percepción” e incidir en las sensaciones en desmedro de la información y la contrastación de posiciones en ideas en un clima con menos artificios comunicacionales. De hecho, las deformaciones del mercado de la competencia electoral pueden afectar negativamente a la calidad de la democracia y su funcionamiento postelectoral. Este extremo se ilustra con rasgos perversos en el caso de la disputa sobre los polémicos porcentajes de la renta petrolera colocando a Samuel, candidato de Unidad Demócrata, en la mira de la artillería comunicacional del Gobierno.
La propuesta aplicable a futuros contratos de exploración del candidato de las maratones fue un tropezón que gatilló contra la campaña financiada con recursos públicos para diseminar mentiras y medias verdades tardíamente observada por el Órgano Electoral.
El Gobierno calificó el 50 por ciento-50 por ciento de vende patria e insensible por implicar el recorte de cuantiosos recursos ahora distribuidos a gobernaciones, municipios e universidades, así como a madres, niños y ancianos beneficiarios de bonos vigentes en esta década de oro para los bolivianos. Mientras el Gobierno sembraba el pánico en la filas de electores, los voceros de la UD afirmaban lo contrario ya que esa propuesta no afectaría los recursos actuales salvo ocurrencia de factores como la drástica disminución de precios favorables o el agotamiento de las reservas de gas ante la falta de inversiones de riesgo y exploración en nueve años de Gobierno.
El gafe sirvió para comparar el 50-50 de Samuel con el de Goni, ignorando el presidente que este último nunca destinó el 50 por ciento al Estado, sino al fondo de recursos del “pueblo boliviano” traducido en “acciones” y en el beneficio como el Bonosol, fórmula que nos dejó a un YPFB escuálido y residual en tiempos de un fundamentalismo privatizador que jamás impulsó el candidato de UD. Cualquiera que haya analizado las propuestas opositoras verá que nadie habla de volver al pasado, demandando más bien hacer de YPFB una empresa eficiente, transparente, exitosa y orgullo para los bolivianos, cosa que el lento avance y la corruptela no han podido garantizar a pesar del pegajoso “rap” que satura el espacio publicitario de tan importante empresa de los bolivianos.
A estas alturas de la controversia, la fórmula de 82 por ciento /18 por ciento, dato antes irrebatible, parece cada vez más enigmático y deleznable. Expertos afirman que el promedio real es de 64 por ciento. En medio de la danza de porcentajes y falsos dilemas la confusión reina en las filas del común de los mortales. Todo indica que el debate que reclama la gente y la oposición democrática no habrá de llegar. Debemos resignarnos a navegar en las turbias y agitadas aguas de la polarización discursiva y de la apabullante propaganda gubernamental.
Lo cierto es que entre espejismos de buenos precios, de una nacionalización “light” y el ninguneo a la ley de Vaca Diez, el conocimiento de la realidad y de las prioridades nacionales se desdibuja. Como indicara hace unos días J.A. Morales, a propósito de esta polémica del “fifty- fifty” los bolivianos apostamos por satanizar propuestas no siempre populares aunque responsables y por “suicidar la verdad”. Ésa que no es amiga de fundamentalismos estatistas ni privatizadores y sus agoreros del desastre, de campañas negativas, ni de la demagogia e ilusionismo electoral al que nos hemos habituado.
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