COLUMNA VERTEBRAL
América del Sur ¿modelos mejores y peores?
América del Sur ¿modelos mejores y peores?
Carlos D. Mesa Gisbert.- América del Sur ha vivido el periodo de expansión y bonanza económica más importante, largo y espectacular de su historia reciente, y en algunos casos se puede decir que su mejor momento desde la independencia.
Sus excepcionales riquezas en materias primas, encontraron una voraz demanda de los países emergentes, especialmente China e India, que cambiaron radicalmente su realidad. A partir del segundo semestre de 2004, vimos un ascenso impresionante de los precios internacionales de los hidrocarburos, los minerales y los alimentos que entre 2007 y 2008 llegaron a límites simplemente inconcebibles pocos años antes. La cotización del petróleo a más de 140 dólares el barril, o el oro por encima de los 1.800 dólares la onza troy, reflejaron un comportamiento de precios simplemente alucinante. No sólo eso, los precios promedio de las materias primas se mantuvieron altos y el tiempo de esa bonanza cumplió con pocas variantes diez años consecutivos sin caer, un periodo sin precedentes.
Salvadas un par de excepciones -particularmente Venezuela-, los diez países sudamericanos (todavía Surinam y Guyana no forman parte de la "familia") se beneficiaron de esta realidad y, apoyados en un manejo macroeconómico serio y responsable herencia de la "larga y triste noche neoliberal", encararon diferentes modelos económicos y sociales.
Tres grandes líneas se marcaron en esa década dorada. La abiertamente liberal representada especialmente por Perú y Colombia; la de izquierda moderada (de tono socialdemócrata) expresada por Brasil y Chile (hasta Piñera), y la del socialismo del siglo XXI expresada por Bolivia y Ecuador.
A diez años de distancia, todos exhiben credenciales de éxito que tienen que ver básicamente con los resultados de sus políticas económicas y sociales. En términos de crecimiento del PIB, déficit/superávit fiscal, administración de la deuda externa, incremento de reservas, incremento de inversión pública, incremento de las exportaciones; la alegría es total y el coro es general. Variantes más, variantes menos, todos los países mencionados se jactan de unos indicadores macro francamente envidiables. Crecimiento del PIB que en algún caso superó el 11% anual y que como promedio estuvo por encima del 5%, déficits controlados cuando no superávits sostenidos, deuda externa que en la mayoría de los casos está por debajo del 30% del PIB nacional, reservas que van del 35% al 50% del PIB, inversión pública multiplicada que ha hecho posible obras fundamentales de infraestructura y orientación de recursos en educación y salud, exportaciones que se han multiplicado entre 3 y 7 veces. Para mayor gloria, la dramática crisis mundial 2008-2009 no desestabilizó la economía de estos países que capearon el temporal con éxito. Ni hablemos del sistema financiero, que en términos generales tuvo ganancias sin precedentes.
En el área social el panorama es aún mejor. Todos los países, independientemente de su adscripción ideológica, apostaron por las transferencias condicionadas que fueron una palanca importante en la lucha contra la pobreza (Bonosol, Bolsa Familia, Juntos, Juana Azurduy, etc.). El indicador estrella del éxito de estas naciones es la reducción de la pobreza, la mayor que se haya logrado en nuestra historia republicana en un tiempo tan corto. Detengámonos aquí, colocando como años de comparación el 2001 y el 2012. Perú redujo la pobreza en 27 puntos, de 54,7% a 27,8%. Colombia en 16 puntos, de 49,7% a 34,2%. Brasil en 17 puntos, de 37,5% a 20,9%. Chile en 9 puntos, de 20,2% a 11%. Bolivia en 18 puntos, de 62,4% a 44% y Ecuador en 17 puntos, de 49% a 32,4%. Esto tuvo que ver con una inversión directa en reducción de morbilidad y mortalidad infantil, desnutrición, saneamiento básico, agua y electricidad. Tuvo también que ver con mayor cobertura de servicios de salud y universalización prácticamente total de la educación primaria y secundaria.
Si aceptamos como incuestionable que el salto cualitativo ha sido prácticamente general y que se ha dado independientemente del camino escogido por cada país, afirmar los méritos de cada modelo puede llevar a un equívoco. Si tanto Perú con una adscripción totalmente liberal, como Ecuador con una adscripción a una forma de socialismo humanista, o Bolivia con reivindicaciones indigenistas y una clara apuesta por el estatismo, o Colombia también liberal en su modelo, han logrado estos extraordinarios resultados, da la impresión de que todos los caminos llevan a Roma cuando su base de sustentación tiene que ver con la multiplicación de los panes y los peces. Hecho que se puede ejemplificar recordando que en junio de 2004 el precio del petróleo estaba en 42 dólares, en 2008 supero levemente los 140 dólares, y en 2014 ha estado en el rango promedio de los 100 dólares.
En consecuencia, la prueba de consistencia del éxito de uno u otro modelo se verá cuando las vacas estén flacas, mientras tanto, en lo que a modelo económico y social se refiere, no parece relevante estar a la derecha, al centro o a la izquierda.
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