Miércoles, 27 de agosto de 2014
 

EDITORIAL

El corporativismo y el mito del mendigo

El corporativismo y el mito del mendigo



Se debe estar alerta ante la vigencia del corporativismo rentista que podría, en un momento dado, desestabilizar el equilibrio fiscal del país

Siempre se dijo que los bolivianos somos como un mendigo sentado sobre un tesoro, haciéndose referencia a nuestros recursos naturales y dándose a entender que Bolivia contaría con una riqueza ilimitada que, por diferentes clases de enajenaciones, usurpaciones y otras triquiñuelas, siempre habría sido aprovechada por otros y negada a los propios bolivianos.
Aquel mito, reforzado por el discurso político, ha consolidado una mentalidad rentista que impulsa a diferentes sectores a exigir “su parte” de aquella ilimitada riqueza, a través de cada vez mayores exigencias para que los diferentes gobiernos establezcan todo tipo de bonos, subsidios y preferencias de tipo económico.
Adicionalmente, en los últimos años ese rentismo ha sido reforzado y es canalizado por el corporativismo, que determina la repartición de riqueza sobre la base del poder de movilización, presión, lazos políticos o coincidencia de intereses entre los grupos corporativos y las élites en el poder. Pareciera que los más fuertes, colectiva y no individualmente, son los más eficientes en la captación de rentas del Estado.
No otra cosa se puede entrever cuando en los últimos días se observa a la Cámara de la Construcción de Santa Cruz (Cadecocruz) solicitando que el Gobierno les asigne el treinta por ciento de la inversión en construcción. Este y otros grupos no hacen otra cosa que exigir su “tajada” de esa interminable torta que supuestamente sería administrada por el Estado y que –vale la pena repetir– el discurso político insiste en evidenciar.
El problema es que la riqueza de la que disponen los gobiernos no es ilimitada y, por el contrario, está sujeta a periodos de bonanza y escasez que dependen de múltiples variables económicas domésticas y ajenas a las políticas públicas del país, tornando insostenible toda distribución de recursos por muy socialmente justificada que pudiera parecer.
Huelga decir que la estabilidad de las políticas sociales es todavía más precaria cuando se constata que gran parte de los recursos de donde provienen son fruto, principalmente, de la actividad extractiva hidrocarburífera y minera, y no así el resultado de los aportes impositivos de un aparato productivo sólidamente consolidado y diversificado, que pudiera compensar la disminución de ingresos en un determinado rubro con el incremento en la producción y ventas de otros.
Es por ello que se debería estar alerta ante la vigencia de este nuevo corporativismo rentista, que no sólo contiene un alto grado de colectivismo egoísta por estar asociado a intereses particulares y, en muchos de los casos, muy alejado de la preocupación por el bienestar general, sino por el hecho de que podría, en un momento dado, desestabilizar el equilibrio fiscal del país. Más aún cuando el gobierno nacional, a través del Ministerio de Economía, anuncia la posibilidad de que el año 2014 cierre con déficit fiscal.
Ayudaría mucho, además, que los operadores y líderes políticos no entraran en competencias por quién ofrece más beneficios económicos cada vez que llegan las épocas electorales.