Miércoles, 27 de agosto de 2014
 

DESDE LA TRINCHERA

Guerra del gas: Otra gran “mamada”

Guerra del gas: Otra gran “mamada”

Demetrio Reynolds.- El término “mamada” es conocido en nuestro medio, por lo que tal vez no sea necesario conceptualizarlo. Pero por si las moscas: una picardía encubierta para conseguir algo. Los ejemplos que siguen precisarán si aún faltara hacerlo. El toque humorístico es del director adjunto de El Potosí, periodista Juan José Toro Montoya. Su artículo titulaba: “Irak: la gran mamada (2012). A su comentario, se añaden ahora otras dos “mamadas” nacionales, de sello típicamente originario y plurinacional.
Utilizar la verdad como mentira o la mentira como verdad es un recurso antiguo de la guerra, de todas las guerras, incluso de aquellas donde se utilizan la astucia para conquistar o para hacer “pisar el palito” a un distraído. No es caso de justificar, pero se dice que la mentira en el amor, en la guerra y la política valen a veces tanto como la verdad. Maquiavelo sigue siendo el gran maestro: los fines justifican los medios.
A propósito, una áspera controversia surgió en estos días. Una ministra “denunció que la cúpula de la Iglesia católica nuevamente hace guerra sucia contra el presidente Morales y el gobierno”. La Conferencia Episcopal de Bolivia había manifestado que “el gobierno gasta recursos del Estado para beneficiarse electoralmente y compite en condiciones desiguales con los partidos de la oposición”.
¿Y no es verdad eso? Si fuera mentira, lo contrario sería que el candidato presidencial no utilice recursos del Estado ni exista desigualdad con los candidatos de la oposición. Como otras veces, sin tocar el asunto de fondo, se ataca al “mensajero”.
Entremos a la historia. A fines del siglo XIX (1898), Bolivia fue sacudida por una parodia de revolución federal, encabezada por los liberales paceños que se propusieron, en apariencia, cambiar el gobierno centralista y conservador por un Estado revolucionario de tipo federal. Dos proyectos de ley contradictorios derivaron en una confrontación armada en las pampas de Paria, Oruro. Una cosa es cierta, y es que sin el apoyo de los indígenas aymaras los liberales no habrían logrado vencer. Pero a luz de testimonios históricos, nadie pensó realmente en federalizar el país, y tampoco los indígenas apoyaron de verdad a los liberales. Cada cual tenía una carta oculta bajo la manga. Una vez definido el choque, La Paz se declaró capital de la República y el líder indígena Zárate Villca fue asesinado. ¡Nos mamaron los liberales!
Un hecho similar –por su falsa denominación– sucedió en El Alto el 2003. Se utilizó el gas relacionado con Chile como pretexto para inflamar los ánimos de la poblada contra el gobierno constitucional de Gonzalo Sánchez de Lozada. Como en el caso anterior, los hechos posteriores descorrieron el velo de la mentira. Fue un proceso fermentado desde los años 2000 que perseguía derrocar un régimen para sustituirlo por otro. El socialismo desplazó del poder al neoliberalismo. Al darse cuenta de que podía hacerlo, un caudillo alentó desde la sombra la rebelión. En la retórica política hubo expresiones cargadas de ironía sarcástica. Se dijo: ni una molécula de gas a Chile; Bolivia se convertirá en la potencia gasífera del cono sur. Ni uno ni otro. Vía argentina, no dejó de llegar a Chile el gas boliviano. Y el otro se nos cayó encima como torre de naipes.
En vista de que se utilizó en ambos casos la mentira como verdad, y conseguidos de esa forma sus oscuros propósitos, no son sino “mamadas” auténticas, “mamadas” históricas; con la característica común de que no obstante la reiterada aclaración, siguen llamándolas guerra federal y guerra del gas, sin que haya existido nunca ninguna de ellas como tal.