LIBERTARIA
Más ciencia y tecnología, menos política
Más ciencia y tecnología, menos política
Luis Christian Rivas Salazar.- En “La ciencia, su método y su filosofía” (1959), el argentino Mario Bunge sentenciaba que en Latinoamérica no se ha difundido la noticia de que la ciencia se está convirtiendo en el núcleo de la cultura moderna; por el contrario, se importaron corrientes irracionalistas de Europa que abrazan la intuición, el instinto y el mito; un irracionalismo como mercancía que goza de mucha demanda, complemento perfecto del analfabetismo, autoritarismo, corrupción y pobreza.
Los intelectuales latinoamericanos tienen mucha responsabilidad en este problema, han importado estas modas desde Europa, lugar donde los ciudadanos pueden darse el lujo de ser irracionalistas; sus ataques contra la racionalidad científica están influenciados desde los preceptos de la Escuela de Frankfurt hasta el postmodernismo, pensadores que sienten una nostalgia, en palabras de Bunge, “por retornar a la colonia, a la economía pastoril, a la cultura tradicional de corte predominantemente histórico-literario”; por eso, es muy difícil dar luces donde rige el oscurantismo, es difícil avanzar donde se enfatizan los desaciertos de la ciencia y se omiten deliberadamente sus éxitos.
Pero esos críticos confunden ciencia y tecnología. Por un lado, el científico explora y trata de entender el mundo, la ciencia busca la verdad, es neutral, no tiene ideología, sexo, raza, nación; mientras el técnico diseña artefactos para cambiar el mundo, instrumentos para vivir mejor o para matar mejor, la técnica debe ser controlada por filtros éticos, morales y políticos, mientras que la ciencia no necesita de esos filtros.
El guatemalteco, informático, empresario Luis Von Ahn de 34 años de edad e innovador de Google, en una entrevista con Andrés Oppenheimer, mencionaba que para ser un innovador no se necesita millones de dólares; Latinoamérica necesita una cultura de emprendimientos, dejar que la iniciativa privada avance desde la pequeña empresa, aquello que desprecia el político y ahoga con barreras burocráticas y tributarias.
Por alguna razón, países como Estados Unidos, Japón, China, Corea del Sur e Israel tienen la vanguardia en innovación tecnológica, mientras que Latinoamérica y el Caribe no pueden alcanzar todo lo que produce en un año Corea del Sur en cuanto patentes por innovaciones tecnológicas.
Se trata de la lucha entre el racionalismo crítico contra el irracionalismo de todo pelaje. Karl Popper lo expresaba como la ética tribalista que enfatiza la superstición, el mito y la fama en la Historia; una historia con mayúscula, de la muerte y la guerra que se imparte en las escuelas donde sólo importa y se reconocen héroes guerreros y políticos; poco o nada nos importan las historias de la ciencia y tecnología, descubrimientos que más vidas han salvado.
En Latinoamérica tiene más votos el músico que se convierte en político, mientras los ingenieros, economistas y abogados son meros instrumentos del capricho demagógico; “los abogados están para legalizar lo ilegal”. La lógica racionalista económica liberal es objeto de burla de los irracionalistas nacionalistas, colectivistas y animistas indígenas que aplauden las decisiones populistas frente a los consejos económicos bien fundamentados, en resumen, un chamán, un futbolista o un trompetista carismático pueden tener mayor influencia que un economista, médico o ingeniero.
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