Castillos en el aire
Castillos en el aire
Juan José Bonifaz B..- Un signo de nuestro tiempo es la desaparición de las clases medias, dando lugar al surgimiento de dos extremos: una masa social donde se pierden las diferencias de clase y una plutocracia que no deja de crecer en poder y riqueza.
Desaparecen las características de la bendita clase media, pilar de la familia, de la economía, de la Iglesia, de la intelectualidad, de los hombres creadores de ideologías y valores elevados. Se hace difícil imaginar la supervivencia de una clase media occidental, con las características de las últimas décadas, cuando asoman al mercado mundial millones de trabajadores desocupados. Mientras el nuevo espectro sociológico occidental, es cada vez más polarizado: una plutocracia, que no cesa de crecer en recursos (pero también en discursos legitimadores de su riqueza), y un gran "magma social", en el que se diluyen las diferencias entre las llamadas clase media y clase baja.
El nuevo orden social impuesto por la globalización, la nueva sociedad de masas consumistas invade, altera y quiebra los termómetros sociales. Ese nuevo hombre, ya no piensa por sí, se lo piensan; ya no decide por sí, se lo deciden; es un ciego seguidor de masas…Como ser burgués hoy día no es lo que era desde la Ilustración hasta hace bien poco. Incluso en Estados Unidos, la palabra bourgueoisie tiene una connotación peyorativa: ser burgués en USA es sinónimo de clase alta, altiva, antipática. El tinglado social del siglo XXI se ha desorganizado en buena parte por la aparición de empresas de nuevos modelos de mercado.
Como no podía ser menos, las transformaciones económicas desencadenadas por lo que se viene llamando globalización neoliberal han causado también ingentes cambios en la estructura social del mundo opulento, caracterizado por el capitalismo financiero, el imperialismo poscolonial y la democracia de mercado. El resultado es un desclasamiento generalizado, en el que los trabajadores han perdido su conciencia de clase y los universitarios se convierten en masa consumista de la sociedad de bajo coste: WalMart, McDonald´s, Ryan-Air, Easy-jet, Ikea, Zara, Starbucks, etcétera.
Ese hombre-masa marca el paso de nuevos modelos políticos, que no tienen conciencia de su rol de servicio en la comunidad, y abre espacio a líderes falsos, que con la consigna de la democracia, igualdad y justicia, por medios democráticos, llegan al poder para tratar de perpetuarse indefinidamente como nuevas dinastías. En nuestro continente, esa supresión de la clase media nace de movimientos populistas que, desde el poder, crean nuevas plutocracias a través del ejercicio del gobierno. El contrabando y el narcotráfico no aportan nada creativo ni constructivo para el mejoramiento del ser humano ni la sociedad, y por el contrario, sólo desarrollan esfuerzos por formar una nueva clase opulenta con el apoyo de masas pobres y analfabetas.
Por otro lado, las juventudes imitan el consumismo y la tecnología del mundo capitalista a cualquier precio. Los valores morales desaparecen y surgen ciudades populosas sin desarrollo humano, predomina el vicio, la corrupción y el materialismo. El campo se vuelca a las ciudades y abandona el sector primario productivo. La educación y la formación profesional no justifican la inversión realizada y no responden en la medida que los desafíos sociales plantean.
En resumen, los gobiernos no atienden las verdaderas necesidades de sus sociedades, marean la perdiz con discursos huecos y mienten y defraudan a sus pueblos; es lamentable que quienes deberían dar ejemplo son los primeros en hacer viciosa práctica del poder. Como consecuencia, vivimos mercantilismos por doquier, venecianos en pleno Siglo XXI: banca, empresas transnacionales, Gobierno, construcción, que negocian en grande y con guante blanco; y multitudes de fenicios, que viven de la informalidad, la corrupción, el contrabando y la pichicata. Y uno se pregunta: ¿Es ésta la dirección correcta?
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