EDITORIAL
Nuevo orden mundial para la paz
Nuevo orden mundial para la paz
No se trata de imponer la supuesta universalidad de una cultura al total de colectividades humanas, sino de garantizar que valores m�nimos se sustenten sobre una base de diversidad
Las manifestaciones de intolerancia violenta por parte de los yihadistas del autodenominado �Estado Isl�mico� no s�lo que son inaceptables y absolutamente condenables desde cualquier perspectiva que se enmarque dentro del respeto a los Derechos Humanos �que es uno de los avances m�s importantes de nuestro mundo� sino que son una clara se�al de que el planeta se encuentra frente a desaf�os de grandes proporciones, y que de la forma en que �stos sean enfrentados depender� en gran medida el futuro de la coexistencia pac�fica entre las sociedades.
Dentro del campo cultural, se debe reconocer que las manifestaciones de violencia exhibidas por los fundamentalistas no son una mera reivindicaci�n por sus creencias y sus valores sino, adem�s, una expresi�n de desprecio intolerante contra los que creen y piensan diferente, y a quienes los yihadistas no reconocen ni tan siquiera el derecho a la existencia.
Por esa raz�n, no es posible que el mundo est� dispuesto a dejar pasar tales cr�menes en nombre de la tolerancia y la libertad, puesto que el objetivo �ltimo de aquellos y de las ideas que los impulsan es, precisamente, la eliminaci�n de las nociones de universalidad y naturalidad de la tolerancia y la libertad. Es decir, que el l�mite de la tolerancia es la intolerancia, porque s�lo as� se evita que se elimine a s� misma al admitir la promoci�n y puesta en pr�ctica de ideas intolerantes.
No se trata, como postulan algunas corrientes del relativismo cultural, de imponer la supuesta universalidad de una cultura, �nica y homog�nea al total de colectividades humanas, sino de garantizar que ciertos valores m�nimos de respeto por la vida, la libertad y la integridad de cada ser humano, se sustenten sobre una base de diversidad cultural.
Dentro del campo pol�tico, est� claro que tanto la Organizaci�n de las Naciones Unidas (ONU) como el car�cter unipolar de la correlaci�n de fuerzas pol�ticas, resultado de la ca�da del Muro de Berl�n, ya no constituyen esquemas con la solidez suficiente para enfrentar los nuevos desaf�os para la paz y el equilibrio mundial.
Se debe transitar de la unipolaridad a una din�mica de m�ltiples polos, sumamente dif�cil de equilibrar, en que los intereses nacionales, si bien no pueden ser soslayados ni abandonados, no deben primar sobre los valores que hasta hoy hemos pretendido caros para toda la humanidad.
No se trata, entonces, de una tarea sencilla, puesto que implica no s�lo el reconocimiento de la nueva realidad por parte de las que hasta hoy fueron potencias indiscutibles sino, adem�s, del involucramiento de �stas, junto a las dem�s naciones, en la conducci�n y direcci�n pac�fica y planificada hacia un nuevo orden en que los poderes nuevamente se ver�an dispersos y distribuidos, en un nuevo entramado que requerir� mecanismos tambi�n novedosos para la coexistencia y toma de decisiones.
En ese mismo sentido y pensando en acciones urgentes inmediatas, el Papa Francisco ha llamado a la ONU a recuperar su capacidad de establecer espacios de di�logo y creaci�n de mecanismos que permitan, en esfuerzos multinacionales, detener la escalada de criminal violencia que azota a varios pueblos del mundo.
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