Miércoles, 3 de septiembre de 2014
 

RESOLANA

Alta intensidad

Alta intensidad

Carmen Beatriz Ruiz.- ¿En qué se parecen un asambleísta chuquisaqueño, un alcalde cruceño, un jefe de partido de la oposición, autoridades nacionales y varios diputados en ejercicio y candidatos de distintas siglas y departamentos? La respuesta es obvia, creen que las mujeres son bienes de uso y descarte, se saben y comportan como machos, a veces fingen discursos democráticos pero, en el fondo, todos ellos piensan y actúan con desprecio hacia la humanidad de las mujeres.
Humanidad con mayúsculas, en el sentido más profundo, quiere decir aceptar en otros seres humanos la condición de iguales, no idénticos sino pares, por tanto, reconocerles y respetarles la capacidad de interlocución, debate, disidencia, aportes y confrontación. Pero en el marco del respeto mutuo.
Es cierto que en la desventurada lista con que se inicia este artículo hay diferencias y matices respecto a la gravedad de los hechos, pero tenemos que reconocer que, en el fondo, siempre está “el huevo de la serpiente”, o sea, los mismos pensamientos y sentimientos de una supuesta superioridad masculina que permite, avala y bendice el maltrato a las mujeres, en suma, desprecio a su humanidad.
El huevo de la serpiente está en las manos que se alzan contra las mujeres para violarlas y para golpearlas (y no vale el “borracho estaba, no me acuerdo”), pero también está en el amedrentamiento de la fuerza de la que hace gala el poderoso (firmas o quedas sin trabajo o te destierro o te desprestigio o…), está en los concejales titulares y suplentes que acosan a las concejalas para ocupar sus puestos y en las autoridades que, sabiendo, callan (y quien calla, otorga), y está en el sentido común generalizado que un candidato expresó ingenuamente (ellas se ponen en peligro porque provocan o no saben cuidarse, qué inmoral será para ventilar públicamente esos asuntos tan privados).
Pero, no quiero repetir el rosario de lamentos, sino destacar los cambios positivos. A diferencia de años atrás, en el país nos esforzamos desde hace tres décadas en construir democracia. Y esto se refleja en que hay libertad ciudadana para expresar rechazo público hacia las actitudes machistas, como se mostró en la marcha de las mujeres de hace dos días Machistas fuera de las listas; se expresa también en las coberturas de medios de comunicación mostrando las denuncias y condenando agresiones verbales, sicológicas y físicas; hay leyes y hay instituciones estatales y de la sociedad a las que las mujeres y los hombres que creen en los derechos humanos podemos acudir.
¿Es suficiente? Claro que no, aún queda mucho camino, y quizá mujeres y hombres que tenemos fe en la humanidad tengamos que seguir reclamando y actuando siempre por una estrategia de alta intensidad contra la violencia. Pero, es importante reconocer esos cambios y transmitirlos a las y los jóvenes para que tengan información pero, sobre todo, para que cambien su manera de pensar.
Un paso fundamental es expresar en privado y públicamente nuestra condena y repudio a cualquier forma de violencia contra las mujeres. Tenemos leyes e instituciones, usémoslas; tenemos voces, hagámoslas oír.