BUSCANDO LA VERDAD
Si Brasil se resfría, Bolivia estornuda…
Si Brasil se resfría, Bolivia estornuda…
Gary Antonio Rodríguez Álvarez (*).- Quién diría…sin pensar ¡Brasil en su mala hora! Un país que apostó más de 10.000 millones de dólares para organizar el Campeonato Mundial de Fútbol 2014, pero fracasó estrepitosamente en lo deportivo y en lo social generó una ola de protestas por los pobres que se sintieron “relegados por un balón”.
Un país que se había encaramado como la sexta potencia económica mundial, pero vuelve rápido al séptimo escaño.
Un país donde todo indicaba que Dilma Rousseff sería reelecta gracias al ejercicio del poder y el aparato gubernamental que apoya su candidatura, pero que se conmueve primero con la muerte de Eduardo Campos, quien iba a disputarle la presidencia, y luego con la vertiginosa irrupción de la ecologista evangélica Marina Silva, que compromete ahora su sueño de prórroga presidencial.
Más aún. En pleno proceso electoral –para congoja de Rousseff– Brasil cae en recesión técnica al decrecer su PIB dos trimestres seguidos y si suma uno más entraría en recesión pura y dura, algo que debería preocupar a todos, siendo que hasta el “motorcito” de la China crece mucho menos siendo parte del grupo BRICS con Brasil.
El inspirador programa brasileño de transferencias estatales que en una década redujo a la mitad la pobreza enfrenta dos problemas: su sostenibilidad en un escenario económico desmejorado y una mayor demanda al Estado por una población emergente que descubrió su fuerte peso mandatorio.
Brasil conjuga así un escenario difícil de resolver con protestas en las calles y problemas en la economía –según el FMI– por políticas financieras restrictivas y las malas expectativas de empresas y consumidores que frenan la inversión y la demanda interna haciendo que la previsión de crecimiento sea una incógnita.
¿Cuánto debería preocupar esto a Bolivia? En cuanto al principal negocio –la exportación de gas natural– muy poco, pues aunque Brasil caiga en recesión la cláusula “take or pay” garantiza que hasta el 2019 dicho país pague por lo negociado, lo consuma o no, aunque una seria interrogante se cierne hacia el futuro.
Donde hay que estar alertas es en el ámbito del comercio general. No está lejano el recuerdo de fines de los años ´90 cuando la crisis asiática hizo que la economía brasilera se “resfriara” y la nuestra… ¡“estornudó”! La devaluación de su moneda fue tal, que hizo crecer las importaciones de todo –incluso azúcar, pollo, huevos, aceites– y no sólo por la vía legal sino de contrabando, golpeando duro al productor nacional. ¡Quiera Dios que no se vaya a repetir!
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