Sábado, 13 de septiembre de 2014
 

EDITORIAL

El mapa europeo

El mapa europeo



Esperemos que el nuevo orden internacional que se avizora sea más respetuoso y tolerante con las divergencias

El derrotero de los seres humanos siempre es imprevisible. Cuando el Muro de Berlín se vino abajo, llevando consigo el derrumbe de imperios y paradigmas y el surgimiento de nuevas naciones, el mapa de Europa sufrió importantes modificaciones. Junto al avance, al parecer imparable e irreversible de construcción y consolidación de la Unión Europea, surgieron esperanzas de que se estaba gestando un nuevo orden internacional más equilibrado y solidario.
Vanas ilusiones. A escasas poco más de dos décadas de ese proceso, el mapa europeo puede volver a cambiar, y cuando se creía que donde surgieron los estados-nación se abrirían compuertas de integración e interdependencia más fuertes, se va imponiendo nuevamente el localismo y pueden aparecer nuevas naciones y nuevas conformaciones de bloques que hace, una vez más, muy difícil prever el futuro mediato.
Mientras Escocia se apresta a realizar un referéndum para decidir si sigue siendo parte de Gran Bretaña o se erige como nuevo país, Cataluña consolida su ideal separatista de España y se encuentra en un proceso que, al parecer, es irreversible para exigir que se le consulte su opinión antes de que las cosas sigan como están. En ambos casos, y felizmente en forma pacífica, se remueven estructuras estatales que parecían imposibles de modificar.
En ese proceso se encuentra, desde hace años, Bélgica, que no termina de organizar racionalmente su división, y hay una buena cantidad de movimientos separatistas, por ejemplo los vascos en España, que están a la espera de la oportunidad para poder caminar hacia su plena independencia.
Y sucede todo esto con un escenario en que las fuerzas en contra de la Unión Europea crecen y logran introducir diputados en su seno para combatirla “desde adentro”, aprovechando que sus gobiernos no logran superar, por un lado, la severa crisis que han sufrido y que a duras penas la han parado, y el deterioro de su dirigencia política que se desgasta cada vez más a favor de grupos radicales que, dados los antecedentes históricos del Viejo Mundo, provocan profundo temor.
Como es lógico, estos afanes tienen su efecto en el campo de las ideas y las corrientes políticas que es donde se justifican. Pero, como se trata de procesos nuevos, los afectos y desafectos varían en forma permanente tanto dentro del continente como fuera de él, provocando también interesantes controversias y alineamientos, que se expanden en el planeta.
En este análisis se debe agregar lo que está pasando en regiones del Asia, África y el Medio Oriente, que tienen la desventaja de que las confrontaciones son extremadamente violentas y se incluye de pleno un sesgo religioso que hace tambalear los status quo e impide vislumbrar un horizonte de paz.
En este escenario de cambios profundos, nuestra región presenta, a diferencia del pasado, procesos más democráticos e inclusivos de construcción social, no exentos, empero, de actitudes regresivas y de serias contradicciones en nuestro relacionamiento mundial.
En fin, somos, pues, testigos de cambios muy profundos que perfilarán con dificultad un nuevo orden internacional que esperemos sea más respetuoso y tolerante con las divergencias.