Domingo, 14 de septiembre de 2014
 
La cruz, árbol de la vida

La cruz, árbol de la vida

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- El Viernes Santo, en la liturgia cristiano católica, la Iglesia descubre a vista de todos los participantes el madero sagrado de la Cruz donde se consumó la redención, izándolo solemnemente cual regio estandarte. El sacerdote mientras muestra la cruz dice: “Miren el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. El pueblo responde: “Vengan a adorarlo”. Hoy eleva de nuevo la Iglesia el lábaro de la victoria, pero lo hace entre voces de júbilo y aureolado de vivos y luminosos resplandores. Hoy se nos invita a contemplar la cruz con profundo amor como el árbol de la vida, donde está nuestra salvación.
La fiesta del 14 de septiembre, cuyo título es “la exaltación de la santa Cruz”, se hace en memoria de la recuperación de la santa Cruz obtenida en el año de 1614 por el emperador Heraclio, quien logró rescatarla de las persas que la habían robado de Jerusalén.
Cuando la Cruz llegó a Jerusalén, hubo una gran fiesta. Y fue colocada solemnemente en el ábside de la basílica. Para que no fuera nuevamente robada, se partió en tres grandes partes. Una de ellas fue llevada a Roma, otra a Constantinopla y una tercera se dejó en Jerusalén. De estas partes se hicieron pequeñas astillas para repartirlas en diversas iglesias del mundo entero que se llaman “Vera cruz” (verdadera cruz).
La Cruz es la enseña real de los elegidos, la Cruz con mayúscula y la cruz con minúscula, es decir la Cruz de Cristo y sus efigies, que son las penalidades de este mundo. Con este estandarte en las manos recorre triunfalmente el cristiano los derroteros de la vida, hace frente a los enemigos infernales y consigue escalar la cumbre de la gloria. Si nos preciamos de ser de Cristo, de pertenecer a su cuerpo, la Iglesia, no podemos dejar caer de las manos su bandera. No hay ignominia más grande para un soldado que abandonar en el combate el pendón patrio. ¡Qué pena dan esos cristianos que se avergüenzan de la Cruz!
Miremos a la cruz como el árbol de la vida. El árbol de la ciencia del bien y del mal ocasionado por la perdición de Adán y Eva y de la humanidad entera. El día en que nuestros primeros padres, incitados por el demonio comieron de la fruta prohibida, fueron desterrados del paraíso y se les impidió el poder acceder al árbol de la vida. Pero, el diablo que venció un día en el paraíso, fue vencido en otro árbol, el árbol de la Cruz. El Viernes Santo, el día de la redención de la humanidad en la Cruz redentora, surgió el verdadero árbol de la vida. En la liturgia decimos: “El que en un árbol venció, fue en un árbol vencido”.
En este día recordemos con profunda gratitud la Cruz donde murió nuestro Redentor, Cristo Jesús, y con las llagas que allí tuvo, pagó nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación. En recuerdo de la santa cruz de Cristo hacemos la señal de la cruz y tenemos muy vivos los sentimientos de amor que nos tiene el Padre como nos dice San Juan en el Evangelio de hoy: “Tanto amó Dios al mundo que entregó su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”. De ahí, esa bella oración que se reza en el Vía Crucis: “Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, pues por tu santa Cruz redimiste al mundo”.
Desde la Cruz y en la Cruz, Cristo manifestó su realeza. Él reina desde la Cruz. Cristo reina porque ha amado y sigue amando al Padre y a todos nosotros, pues dio la vida y sigue dando la vida en la eucaristía. Pilatos puso sobre la cruz un letrero que decía: “Jesús nazareno, Rey de los Judíos”.
Los cristianos debemos seguir luchando para que Cristo reine en los corazones, en la familia y en el mundo entero. Es muy necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. Esos enemigos de Cristo son los poderes espirituales, ideologías, costumbres, modas que buscan alejarnos de asumir la cruz de cada día. Jesús dijo claramente: “Si alguno quiere ser mi discípulo –si alguno quiere ser cristiano– tome su cruz y sígame”.
Pero tengamos cuidado que al luchar contra el pecado, luchemos contra los pecadores. A veces, algunos que comienzan rechazando las ideas terminan destruyendo a las personas que sustentan esas ideas. Una de las maneras de hacer pública nuestra fe, es hacer bien, despacio y con devoción la señal de la santa Cruz.