Miércoles, 17 de septiembre de 2014
 
La causa de nuestros males: la ausencia de autoridad

La causa de nuestros males: la ausencia de autoridad

Gastón Solares Ávila.- Quiero empezar aclarando que las consideraciones de la nota de hoy, no se refieren a la gestión municipal actual solamente, sino a muchas otras anteriores por lo que no existe ni la más mínima intención de molestar a nadie.
Sucre obtuvo el título patrimonial gracias a lo que hicieron las generaciones anteriores; es decir, al casco histórico aunque la distinción sea a toda la ciudad. En realidad, el urbanismo colonial y la arquitectura republicana, fueron el fundamento para que se nos otorgara el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
El crecimiento posterior, impulsado por la generación actual, es una tragedia porque están despojando a esta ciudad de sus características tradicionales, como la blancura de sus casas y la limpieza de sus calles.
Los ejemplos que cito a continuación justifican el título de esta nota. Si a las primeras edificaciones nuevas se les hubiera hecho seguimiento para obligar a sus propietarios a terminarlas y a no dejarlas inconclusas, no se hubiera cambiado el blanco por el color ladrillo y por otros en el centro histórico. Es una situación que se puede revertir, pero obviamente cada día es más difícil.
Si se hubiera obligado a los propietarios a mantener las aceras limpias, con el control de comisarios como se hacía antes, y paralelamente se hubiera dado prioritaria importancia a la implementación de EMAS, dotándola del equipo necesario que responda al crecimiento de la ciudad, no se hubiera convertido Sucre en la ciudad más sucia de Bolivia. Las autoridades de educación tienen su parte, porque jamás hicieron una campaña en kindergartens, escuelas, colegios y universidades, para enseñar a los alumnos a no ensuciar las calles. Las que corresponden a los establecimientos educativos son las más sucias, aún en sitios turísticos como La Recoleta, por ejemplo.
Las aceras se han llenado de comerciantes por la ausencia de autoridad. Aún en la ex peatonal no hay quién ponga orden y el aspecto es peor al que presentan los pueblos en domingos de feria. Techos de plástico y exhibidores de quinta son permitidos aún en el centro. O no hay ordenanzas específicas, o si las hay nadie se ocupa de hacerlas cumplir.
Se trajo desde París al artista boliviano Luís Zilvetti para que pinte el mural en la gran rotonda de la Avenida Juana Azurduy, que ahora sirve de espaldar a puestos de venta sin control. Obviamente, ya no se aprecia la obra de arte.
En el Parque Bolívar, se permitió el expendio de comida, sin supervisión de la higiene ni nada por el estilo y ahora se vislumbra el inicio de una batalla para reubicar a los que han hecho del lugar, el centro de sus negocios o de sus medios de subsistencia.
Aunque la lista de ejemplos pudiera ser interminable, lo que no permite el espacio destinado a estos comentarios semanales, no puede dejarse sin mención lo ocurrido durante las celebraciones de la fiesta de la Virgen de Guadalupe. La Plaza se convirtió en área de venta de comida, a la vista y paciencia de los guardias municipales que no tienen, a pesar de su esforzado trabajo, ni la autoridad ni el apoyo necesario para realizar una labor efectiva.
La conclusión es muy clara: En lugar de que se revierta esta preocupante situación que se ha generalizado, se agrava cada día y la causa no es otra que la falta o ausencia de autoridad. Se necesita coraje, inteligencia y decisión, cualidades que se ponen de manifiesto en otras ciudades bolivianas, donde se han corregido problemas inclusive mayores. A nuestras autoridades municipales se les dobla el brazo muy fácilmente, motivo por el que seguimos el peligroso camino de la destrucción de la otrora ciudad más bella y Capital de Bolivia.