CARA O CRUZ
Osama ríe en el infierno
Osama ríe en el infierno
Raúl Peñaranda U..- Osama Bin Laden debe estar riéndose. En el infierno, donde supongo está. Lo hace seguramente viendo cómo sus extremistas ideas religiosas se están extendiendo como fuego en la pradera. Si bien Al Qaeda, la organización que creó, está debilitada, sus ideas han sido como semillas que han germinado en decenas de grupos terroristas que operan por lo menos en una decena de países de Medio Oriente, Asia e incluso África, con Boko Haram, en Nigeria. El más importante de ellos es, obviamente, ISIS, que ha establecido el Estado Islámico en partes del territorio iraquí y sirio.
Estos bárbaros quieren volver a los territorios que controla hacia la Edad Media, o peor: asesinatos de personas de otras religiones, decapitaciones filmadas, eliminación completa de los derechos de las mujeres, exaltación de la violencia, adoctrinamiento de los niños, interpretación extrema (y errada) del Corán. Por eso se ríe Osama.
El origen de ISIS y del Estado Islámico se encuentra en la torpe, inhumana e injustificada invasión norteamericana a Irak, en 2003. Tras el derribo de las Torres Gemelas, EEUU, abrumado por las circunstancias, necesitaba vengarse de alguien, demostrar al mundo y a su opinión pública que estaba de pie. Escogió para hacerlo a Saddam Hussein, su viejo conocido iraquí: había sido su aliado para enfrentar a Irán, pero luego fue su más fiero rival en la región. El Gobierno de George Bush (h) denunció lo que NNUU y una buena parte del mundo sabían que no era cierto: que habían armas de destrucción masiva en Irak. E inició una guerra innecesaria, como casi todas ellas, cruel, perversa. Según estimaciones, murieron en ella hasta medio millón de iraquíes. Y se desataron todos los demonios.
Haber atacado a Saddam no tenía sentido. Su régimen era secular, alejado de la religión; incluso las mujeres tenían más derechos que en muchos países árabes. Era un sanguinario, pero de otro estilo. Estaba en las antípodas de Osama, el viejo cacaseno religioso, conservador y machista, ilusionado en gozar con mujeres vírgenes, aquí y en el paraíso. Nadie en su sano juicio podría pensar que tenía una alianza con Saddam Hussein para atacar con métodos terroristas a EEUU. Excepto el gobierno de Bush.
Todos los especialistas afirman que ISIS y el Estado Islámico fueron un resultado de esa invasión puesto que inflamó a los sunitas más extremistas, repartió armas que luego estuvieron fácilmente disponibles y provocó el desbande del antiguo Ejército de Saddam; ahora, diez años después de terminadas las primeras operaciones militares norteamericanas, ISIS ha dado su golpe más importante: atacar a objetivos civiles en Siria e Irak y alentar a grupos igualmente radicales en otras partes del mundo.
El objetivo iraquí parecía fácil: derrocar a Saddam, ordenar el país, organizar elecciones y levantar la industria petrolera: nada de ello ha sucedido. Más bien lo contrario, la guerra civil asola a esa nación, la violación de derechos humanos está en límites insospechados, la democracia no funciona y la exportaciones de petróleo están en mínimos históricos. Tras 12 años de iniciada la invasión norteamericana ese país cae en cuenta recién en sus graves errores.
Osama Bin Landen, cuando organizó sus execrables actos terroristas contra EEUU, deseaba desestabilizar al mundo y esparcir su estrecha e inaceptable visión del Islam. Tal vez no se imaginó que las acciones posteriores conducidas por el Gobierno norteamericano (invasión de Irak y Afganistán, sólo por mencionar dos) serían en realidad los mecanismos que lograrían su éxito. Osama ríe en el infierno. Y miles de personas lloran en la tierra.
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