Jueves, 25 de septiembre de 2014
 

EDITORIAL

La ONU, entre la impaciencia y el escepticismo

La ONU, entre la impaciencia y el escepticismo



Si algo ha quedado claro en Nueva York, tanto en los escenarios oficiales como en los informales, es que el tiempo y la paciencia se están agotando

Durante los últimos días, Nueva York ha vuelto a ser escenario de la Asamblea General de las Naciones Unidas, ocasión en la que una vez al año se reúnen los principales líderes del mundo para intercambiar opiniones y buscar acuerdos sobre los problemas más importantes del planeta en que vivimos.
La reunión ha dado esta vez más motivos que nunca para ver y oír con escepticismo los actos y discursos de los participantes. Y no porque sean nuevas las dudas sobre la real trascendencia de lo que en tan importante escenario se hace y dice, sino porque una serie de circunstancias se han unido en esta ocasión para hacer más notable el contraste entre la abundancia de buenas intenciones expresadas en los discursos y la pobreza de los resultados prácticos. En efecto, tanto la Conferencia Mundial sobre los Pueblos Indígenas como la Cumbre del Clima tuvieron como efecto principal poner en evidencia lo lejos que están los gobiernos del mundo de plasmar en políticas públicas concretas lo que tan fácilmente ofrecen cuando de pronunciar discursos se trata.
En el caso de los derechos de los pueblos indígenas, tras dos días de intensas negociaciones apenas se logró consensuar una declaración conjunta que en lo fundamental ratifica la decisión de los Estados miembros de la Asamblea General de la ONU de reafirmar su compromiso de respetar, promover, impulsar y no menoscabar los derechos de los pueblos indígenas, y de defender la declaración sobre esas garantías.
La manera como el cambio climático está siendo abordado por los gobiernos del mundo ha sido también motivo de muchos cuestionamientos. Las masivas manifestaciones que se realizaron en las principales calles de Nueva York en protesta por la falta de decisiones capaces de llevar a la práctica lo que desde hace más de 20 años se predica en cada reunión cumbre, fueron la más elocuente muestra de la impaciencia a la que está llevando la inoperancia de los gobiernos y los organismos internacionales en esta materia.
Paradójicamente, si alguna evolución se puede apreciar entre la manera como el tema es abordado año tras año, es que los informes son cada vez más alarmantes y más enérgicos los llamados a tomar las decisiones necesarias para revertir o por lo menos detener el deterioro de ambiente planetario.
Según el más reciente informe, el que se espera guíe los actos de los gobiernos del mundo, durante los últimos meses se han intensificado todas las señales de emergencia, lo que estaría acercando al planeta entero al borde de un punto sin retorno.
Ante tan dramática situación, como no podía ser de otro modo, no hay gobierno del mundo que no exprese con toda energía su compromiso de hacer algo al respecto, a pesar de lo que año tras año se suceden los fracasos cuando llega el momento de asumir los costos económicos y políticos que conllevaría cualquier decisión.
En esas circunstancias, si algo ha quedado claro en Nueva York, tanto en los escenarios oficiales como en los informales –como las protestas callejeras– es que el tiempo y la paciencia se están agotando. Por eso, y con más de un año de anticipación, se están reuniendo todas las condiciones necesarias para que la cumbre que se realizará en París a fines del próximo año, no sea una más de las que hasta ahora han producido tan pobres resultados.